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"La presión del grupo debe ir contra el acosador"

Un 16% de los adolescentes mira hacia otro lado cuando ve que un compañero de instituto está siendo acosado o agredido por otro compañero

IES Els Til·lers

Esta indiferencia, que se ha mantenido estable en las últimas encuestas oficiales sobre convivencia en las aulas hechas en Cataluña, es el primer elemento que trata de erradicar el programa de tutoría entre iguales que nació hace 14 años en el IES Front Marítim de Barcelona y que ahora mismo implica cerca de 30.000 estudiantes en toda España.

Crear un clima de tolerancia cero hacia la violencia y hacer que la presión del grupo vaya contra el acosador, y no contra la víctima. Este es, de manera muy esquemática, el objetivo básico del programa de tutoría entre iguales creado por el psicólogo Andrés González Bellido y que se aplica a decenas de centros de secundaria. Cada alumno de tercero de la ESO apadrina uno de primero, para asegurar que su entrada en el instituto es buena. La psicopedagoga Dolors Rodoreda del Instituto El Til·ler, de las Franqueses del Vallés (Barcelona) cree el simple hecho de emparejar los alumnos veteranos con los nuevos, hace que unos y otros se relajen. "Los mayores no deben marcar territorio, para decir aquello de nosotros estábamos antes, sino que son responsables de los alumnos más jóvenes. Y eso les cambia el rol".

Hechas las parejas, el equipo docente se asegura, con la ayuda de los propios alumnos de organizar actividades conjuntas para que tutor y tutorizado se conozcan y ganen confianza. El vínculo se debe alimentar después de pequeños gestos: "Un hola, ¿cómo te va? en el pasillo, o un gesto de ánimo en el patio es suficiente"explica Nieves Moliné, corresponsable del TEI en el instituto, para hacer entender al alumno apadrinado que su tutor quiere mantener el contacto con él y ganarse su confianza. Esta relación debe servir para que los alumnos nuevos expliquen a sus tutores cualquier pequeño problema, el comportamiento hacia él de un compañero que le hace sentirse incómodo, o los comentarios despectivos que recibe él o cualquier otro en vivo o virtualmente. Cosas que Alba, que estudia segundo de ESO, considera difíciles de explicar a un profesor o los padres, pero fácil de hablar con su tutora, Ona, que también se considera afortunada con la tutoría porque "siento que lo que yo los ayudo me viene devuelto, porque yo también los puedo contar cosas mías”.

Esta red de complicidades, advierten los responsables del programa a diferentes centros, no es garantía de que nunca habrá un problema, pero sí que el grupo lo detectará, e intentará corregirlo. El director del IES Front Marítim de Barcelona, Salvador Rovira dice que "las bromas pesadas, el bullying, el acoso es aún bien visto por los alumnos, porque es gracioso, porque queda bien. Crear un clima en el centro donde la tolerancia esté mal vista es muy importante."

Dolors Rodoreda coincide en este diagnóstico. El cambio más importante que suponen las tutorías, es que la presión del grupo se gira contra el acosador. "El que pasa a tener la fuerza y el apoyo del grupo es la víctima, y el acosador se queda solo, por lo tanto ya no le compensa su actitud, porque ya no obtiene la autoestima que le generaba ese comportamiento."

Hasta ahora el programa TEI contra el acoso se ha aplicado sobre todo en centros de secundaria, aunque empieza a extenderse también a la primaria, donde según el último estudio hecho en 2012 por el gobierno vasco, uno de cada 5 alumnos de sufre acoso en esta etapa educativa.

El psicólogo creador del programa, que además coordina un grupo de investigación sobre los efectos de utilizar el método, dice que han comprobado que tras dos años de aplicación, se reduce hasta un 70% los casos de violencia de baja intensidad. Andrés González Bellido alerta sin embargo, que el problema no se puede atajar sólo en las aulas. “La sociedad, dice, es demasiado tolerante con estas situaciones, que se consideran normales, cosas de niños, bromas. Y no es normal que de forma sistemática a un niño le insulten, o se dirijan a él con un mote, o lo excluyan, porque son cosas que hacen daño.”

Los niños deben saber dónde están los límites, “la raya roja”, dice González Bellido, y la escuela y la familia tienen que hacer que el agresor afronte las consecuencias de lo que ha hecho. “Si un centro considera que el agresor tiene que quedarse unos días sin salir al patio, o pedir disculpas públicamente a su víctima”, hay que respaldarlo- insiste el psicólogo. “Y además”-dice-,"hay que trabajar la comprensión de lo que supone su actitud", el alumno que agrede tiene que saber que “cuando sistemáticamente llama gordo a un compañero le está haciendo daño y que lo hace con esa intención, de hacerle daño”. Y esa comprensión de lo que provoca su actitud es “fundamental” para erradicar la violencia.

Soledad Domínguez

Soledad Domínguez

Redactora de informativos en Ràdio Barcelona, especializada en Educación. Siempre que me dejan, me cuelo...

 

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