La Rostrocracia
Blog de campaña del enviado especial de La SER en la caravana del PSOE, Víctor García
Marchamalo
El señor Juan Palomeque está bien. Este nonagenario tuvo un traspiés en el primer día de campaña. Ya es mala suerte, perdió el equilibrio y se encontró con la cara en el suelo a las puertas de un mítin. Pero está bien, a disposición de su partido para las municipales de Guadalajara donde ocupa el puesto 25 de la lista. Eso con 91 primaveras es jugarse el tipo. A las heridas me remito.
Para ser honesto, el señor Juan no tiene cara de concejal, las cosas como son. Aunque magullada, tiene cara de militante histórico, cara de yerno del último alcalde republicano en Guadalajara. Eso sí, porque lo es. Y es que nuestra cara nos delata, ya la tengamos de tonto, de no haber roto nunca un plato o de pocos amigos.
Nuestro rostro se deforma e incluso a algunos se les pone cara de alcalde. Como a Antonio Cuadrado, candidato en Tórtola de Henares (Guadalajara) “con una cara de alcalde que no puedes con ella”, como le espetaba su jefe de filas, Emiliano García Page.
Si viviéramos en Rostrocracia, un régimen delirante basado en el poder del rostro, Antonio Cuadrado tendría mayoría. Garantizado. La oposición tendría que practicar horas frente al espejo hasta obtener unos rasgos faciales propios de regidor. ¡Qué fantástico régimen! ¿Se lo imaginan? Nadie gobernaría jamás por su cara bonita sino por su cara de alcalde. Los ciudadanos de la Rostrocracia (los sufridos rostrócratas) nunca le reprocharían su cara dura, como mucho su poca cara de alcalde.
El photosop sería corrupción y los cirujanos plásticos, tesoreros. Pero atención, porque en un régimen rostrocrático, usted seguiría siendo usted mismo, me temo. Usted con la misma cara de póker que tiene en Democracia.




