La invasión de la pelusa de los chopos

Cuenca

Es como un ritual. Cada mes de mayo, unos días antes o unos días después, dependiendo de cómo de adelantada o retrasada venga la primavera, la pelusa de los chopos se hace presente en los pueblos y ciudades de Castilla-La Mancha, sobre todo si cuentan con riberas de ríos en las que abundan las choperas. Al principio es casi imperceptible, una bolita de pelos blancos, ligera y volátil asoma por nuestra casa como diciendo: ‘hola, aquí estoy’. Pero no quiere decir eso. En realidad avisa de que, en pocos días, llegarán más. Muchas más. Será como una nevada. En la calle los penachos de las flores del chopo se apoderarán del espacio y, a diferencia de los copos de nieve que siempre caen hacia abajo, la pelusa se divertirá subiendo y bajando por el aire, dependiendo del viento, para acabar, eso sí, en el último rincón de nuestra casa. ¿Cómo ha entrado? Para eso no hay aún respuesta. Sigue siendo un misterio sin resolver.

Las amplias choperas por las que tanto nos gusta pasear y fotografiar pintadas de amarillos y ocres en otoño, esa vegetación que crece a lo largo de los ríos de los que tan orgullosos nos sentimos, nos obsequian en primavera con su regalo más molesto. Es como si los chopos dijeran, ahí tenéis nuestra semilla para que se mezcle con vosotros, para que se acumule debajo de vuestras camas y sintáis que todos formamos parte del mismo paisaje.

Pasear por el entorno de los ríos en los días de pelusa es un continuo manoteo frente a la cara intentando evitar que se nos meta en la boca y en los ojos. Eso al menos, porque en el pelo, pegada a la ropa o metida en los bolsillos seguro que nos la llevaremos a casa. Contra eso no se puede hacer nada.

En la calle se acumulará también en rincones y esquinas, y en las riberas formará alfombras blancas que, atención, arden como la gasolina al menor contacto con el fuego. Que se lo digan a los bomberos.

Chopos machos y hembras

La pelusa de los chopos es un fenómeno natural por el que esta especie arbórea dispersa sus semillas. Se llama anemocoria. Todas las especies del género ‘populus’ de la península Ibérica producen semillas envueltas en pelos blancos. El proceso es el siguiente. El chopo es una especie dioica con árboles macho y árboles hembra. El pie macho produce unas flores con polen que ha de fecundar las flores que producen los chopos hembra. Una vez que se ha producido esa polinización o fecundación de la flor, se forma el fruto y los pies femeninos sueltan las semillas envueltas en la pelusa. Es el viento entonces el encargado de dispersarlas por el entorno en esos paracaídas blancos y ligeros hasta que encuentren un lugar donde desarrollarse y formar un nuevo árbol. Lo que deben desconocer esas semillas de chopo, a pesar de milenios de evolución, es que una semilla no germinará jamás en lo alto de la vitrocerámica de una cocina.

Dicho esto, hemos llegado a una conclusión: solo los chopos hembra producen pelusa. Si están a punto de plantar en su entorno uno de estos árboles, si quieren ornamentar su jardín o si es un alcalde de cualquier ciudad del mundo que quiere poner chopos en las avenidas de su municipio, tenga en cuenta que los chopos macho no producen pelusa. En algunos lugares ya no podemos evitarlo.

Para los alérgicos, no le echen la culpa a la pelusa de sus estornudos y ojos irritados. La pelusa no es polen, son semillas, y no producen alergia, solo las mismas molestias que al resto de los mortales que durante unos días, cada mes de mayo, recibimos en nuestras casas una de esas visitas que acaban siendo indeseables: la pelusa de los chopos. Sea bienvenida.