El Patronato de la Fundación evita una absurda guerra accionarial
Valencia
Habrá miles de lecturas y argumentos en contra y a favor del resultado de la votación, de la ausencia de las instituciones, del cambio de estatutos, del trabajo realizado por una comisión negociadora o de la oportunidad de contratar y pagar a una consultora para que termine decidiendo el corazón.
Pasó lo que tenía que pasar. Si alguien se ha sorprendido por lo sucedido desconoce el sentimiento de arraigo y de propiedad que existe hacia la institución entre la mayoría de los patronos o no se ha tomado la molestia en analizar la cuota de poder accionarial que varias familias granotas poseen dentro del porcentaje minoritario.
Prolongar la decisión hasta la celebración de una Junta General en el mes de septiembre carecía de sentido porque el resultado hubiese sido mucho más contundente que los exiguos 14 votos favorables que obtuvo la propuesta de Robert Sarver.
Además, las bases del levantinismo han demostrado con hechos fehacientes que son fuegos de artificio. El interés mostrado por los peñistas fue paupérrimo. Solo comparecieron 23 de sus 56 presidentes en la decisión más importante sobre el futuro de su club y en cuestión de un mes fueron capaces de cambiar el sentido de su voto. Primero decidieron no negociar con Sarver para luego elegirle como su abanderado. Muy coherente.
El SAM, en el año 2009 y en su momento de mayor esplendor nunca alcanzó el 5%, desapareció por inactividad y estaba en proceso de refundación para una cita histórica. El poder de convocatoria se redujo a poco más de un centenar de simpatizantes con un gran corazón pero sin acciones y que tendrían que enfrentarse en las urnas al peso de los apellidos Boluda, Ruiz, López, Crespo, Murria o Catalán junto al resto de pequeños accionistas contrarios a la venta y que también se ganaron sus derechos inyectándole dinero a la sociedad a través de las diferentes ampliaciones de capital.
Hoy no hay vencedores, ni vencidos porque los mismos levantinistas que votaron en el Patronato son los que dentro de un mes hubiesen decidido con sus acciones que el banquero norteamericano no formase parte de este proyecto.
Sí, ya sé que todo hubiese quedado muy democrático, con una instantánea repleta de falsas sonrisas pero con un desenlace muy doloroso para el levantinismo, porque todas las batallas dejan secuelas, producen desgastes, erosionan voluntades y acaban enfrentando a iguales que defienden la misma camiseta, mientras que el único enemigo está en el césped. Macho Levante.
José Manuel Alemán
Redactor de Deportes en Radio Valencia