Sociedad

El filósofo sevillano galardonado con el Premio Princesa de Asturias

Ha defendido el valor de las Humanidades y la Educación. También ha sido galardonada la orden San Juan de Dios, con la presencia de la doctora Maria Isabel Herrero, en nombre de los trabajadores de esta orden en Sevilla

El filósofo sevillano galardonado con el Premio Princesa de Asturias / efe

Sevilla

 Muchas e importantes cosas ha lanzado el filósofo sevillano Emilio Lledó, en los algo más de cuatro minutos que ha durado su intervención. Ha destacado la importancia de las humanidades y de las palabras como verdad o justicia y sobre todo la educación. Asimismo ha alertado de la “crueldad” cuyos ejemplos podemos ver casi a diario en los medios de comunicación. Por ello ha mostrado hoy su preocupación por una sociedad sobre la que se cierne una "realidad llena de nubarrones violentos" y en la que, a pesar de los indudables progresos reales, el género humano quizás sigue sin haber logrado superar la ignorancia, la violencia y la crueldad.

 Galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Ciencias Sociales 2015, Lledó ha hecho una defensa de las humanidades, como fruto de un largo proceso cultural, durante su intervención durante la ceremonia de entrega de estos galardones, que se celebra en el Teatro Campoamor de Oviedo.

Emilio Lledó discurso Princesa de Asturias

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"El cielo ideal de las Humanidades está en realidad lleno de nubarrones violentos. Basta abrir los periódicos o escuchar las noticias. Y esa oscuridad nos lleva a pensar si esa prodigiosa invención de las humanidades no se nos ha deteriorado y si, a pesar de los indudables progresos reales, el género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad", ha dicho.

En presencia de los reyes Felipe y Letizia, Lledó ha incidido en que el género humano se ha convertido más bien en "desgénero humano".

También ha destacado la experiencia incesante que es la vida, cómo el hombre aprendió a mirar, a asombrarse de la naturaleza que le rodea, como los árboles, las nubes, el mar o la tierra y cómo los primeros filósofos descubrieron esa capacidad de asombro y empezaron a teorizar sobre los principios fundamentales de la vida: el agua, el aire y la tierra.

Tras advertir de que no se puede imaginar en el actual mundo tecnológico que alguien dijera que mañana no va a haber más aire o más agua, Lledó ha relatado cómo el descubrimiento del gozo de los sentidos estuvo determinado por una nueva forma de mirar y unos nuevos objetos ideados y mirados que la tradición latina llamó conceptos y que forjaron un nuevo universo de palabras elementales.

En esa constelación de significados, ha dicho, surgieron elementos como la verdad, el bien o la belleza, "puro aire semántico que nada señalaban fuera de sí mismo, pero cuya mismidad empezó a hacerse tan imprescindible como el aire o el agua".

Lledo ha explicado cómo esos elementos de la cultura irradiaron hacia un horizonte ideal de la vida humana que están en el origen del concepto de las humanidades, "un término que se nos ha hecho familiar y que, por esa misma familiaridad, podríamos resbalar, sin darnos cuenta, por el fecundo territorio de sus significados".

"Esa palabra, llena de vida, las humanidades, es fruto de un largo proceso cultural", ha señalado el galardonado de Ciencias Sociales, para quien constituye también "un ideal en la memoria colectiva y, sobre todo, resultado no sólo de la teoría, de la mirada, sino que es fuerza, dinamismo y riqueza para la sociedad".

Las humanidades se aprenden y se comunican, ha subrayado tras incidir en que son necesarias "para hacernos quienes somos, para saber qué somos y sobre todo para no cegarnos en los que queremos y debemos ser".

En ese ideal de los elementos inventados por la cultura y su lenguaje, Lledó ha señalado que hay otro concepto que se llamó "bien o bondad" levantado desde el cobijo del clan familiar y determinado por la "apariencia", que es "lo que ve nuestra mente, lo que siente nuestro corazón, lo que construye la mirada interior que forja la propia humanidad".

"Ese bien, como la verdad, se aprende en la cultura que no es, en su origen, sino pedagogía, educación", ha añadido antes de advertir de que, por lo tanto, no es extraño que la bondad fuera unida a la belleza.

 También se ha detenido en destacar la importancia de la educación en cómo determina, condiciona, esclaviza o libera nuestras vidas, y cómo los maestros o profesores son conscientes de ese privilegio que supone la comunicación y la educación en libertad.

 
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