Sociedad

Dejar el alcohol entre prejuicios

En zonas rurales la falta de intimidad se convierte en problema para superar esta popular adicción.

Pilar Ramírez, familiar; Sara García, trabajadora social, y Evaristo Sanz, presidente de Ataral. / Cadena SER

Tarancón

El rechazo social sigue siendo el mayor enemigo para las personas con adicción al alcohol que deciden rehabilitarse. Pero los afectados que dan el paso y viven en ciudades pequeñas o pueblos donde todo el mundo se conoce se enfrentan a otro problema: la falta de intimidad.

En Tarancón, personas alcohólicas comparten instalaciones con grupos de música o asociaciones de mujeres en la llamada Casa de las Asociaciones, donde fue trasladado hace dos años el colectivo Ataral, que trabaja por la rehabilitación de personas con adicción al alcohol y las drogas. En pleno casco antiguo y ante la atenta mirada de viandantes y las preguntas de los más atrevidos, los usuarios acuden a terapia los martes y jueves. Pilar Ramírez, madre de un joven con adicción, reconoce que entrar y salir del edificio es un trago para muchos. "A mí me da igual que me vean entrar a la casa, pero hay gente a la que no, y su deseo es respetable", apunta.

La vergüenza hace que los usuarios más cercanos se terminen quedando en casa, cuando tienen las terapias a la vuelta de la esquina, argumenta Evaristo Sanz, presidente de la asociación. Es por eso que este colectivo reclama un espacio íntimo donde reunirse. Sin ayudas públicas y con el trabajo de voluntarios, piden al ayuntamiento una habitación amplia, en buenas condiciones, alejada del centro urbano y en la que puedan atender casos de recaídas en cualquier momento.

Para la trabajadora social de Ataral, Sara García, es clave que la sociedad comprenda que la adicción al alcohol es una enfermedad. Algo que, de ser asumido, evitaría prejuicios y rechazo social.

 
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