"Campañas electorales muy latinas."

Estos días se ha invertido mucho dinero en decorar las calles, al margen del presupuesto municipal dedicado a ambientar las ciudades por Navidad. A la decoración festiva hay que sumar calles llenas de carteles y papeles que nos muestran rostros en los que no sólo abunda el maquillaje físico, sino el virtual, el que hacen los programas de edición de imagen. Quizá caigamos en el error de pensar que esto de las campañas electorales es algo nuevo pero la verdad es que lo llevamos muy dentro, arraigado en nuestra condición latina.

Los romanos ya acostumbraban a hacer campañas en las que trataban de ganarse el aprecio de los ciudadanos, con el fin de mejorar su posición política. Los carteles actuales tendrían sus equivalentes en aquella época. Por un lado, las pintadas que se hacían en las calles, con colores rojos o negros, en los que se incluían mensajes donde se apoyaba a un candidato concreto, pero también se vertían críticas, muchas veces muy duras, hacia los oponentes. Hoy en los carteles no se lleva tanto eso de criticar al adversario, aunque lo sigamos viendo en los debates del ‘y tú mas’.

Pero también hay otro precedente muy interesante, aunque hoy nos parecería escatológico. Durante algún tiempo, algunas familias romanas ubicaron tumbas monumentales en las vías Apia y Flaminia con el fin de demostrar su riqueza. Con esto conseguían llamar la atención de los ciudadanos de Roma, y también de los visitantes extranjeros.

Por otro lado, el conocido Cicerón escribió un tratado político en el que invitaba a los buenos candidatos a ir al Foro, lugar donde se desarrollaba gran parte de la vida pública de las urbes romanas, todos los días a la misma hora con el fin recibir peticiones o dudas de los ciudadanos. Pero lo más llamativo es que, ni corto ni perezoso, también recomendaba a los aspirantes a que dijeran que sí, en la medida de lo posible, a todo lo que los ciudadanos reclamaran. O sea, que eso de prometer y prometer y, después, poco hacer, viene de largo.

Los debates también son una herencia recibida de la tradición grecolatina, de la que todos los españoles bebemos. Así que invitaría a los políticos a conocer el noble arte de la retórica. No se trata sólo de un mecanismo mediante el que convencer de cualquier cosa, sino una manera de estructurar los discursos y argumentos que los hace inteligibles y favorece el contraste de opiniones.

Y no quiero despedir esta firma sin recordar también la responsabilidad que tienen los medios de comunicación durante el periodo electoral. Esta casa no sólo informa de lo que los candidatos hacen, sino que cumple con su deber periodístico de contrastar los discursos políticos. Sin embargo, es triste que un medio público como Televisión Española cometiera un supuesto fallo técnico de sonido cuando el candidato del Partido Socialista hablaba de la supuesta financiación ilegal del Partido Popular en el debate a nueve de hace dos noches.

Todavía quedan muchos días de campaña electoral. Esperemos que entre los bombardeos publicitarios de la Navidad y los propagandísticos de las elecciones generales no acabemos todos perdiendo el norte.