"Miedo"
Las elecciones generales celebradas este pasado domingo han dejado en España un panorama político complejo, especialmente porque es la primera vez que los dos grandes partidos de la democracia, PP y PSOE, no se encuentran en posesión de la gobernabilidad directa o con opciones de conseguirla mediante arreglos o pactos fáciles de andar por casa.
Esa circunstancia parece causar miedo entre muchos votantes que durante la apasionante noche electoral que vivimos hace menos de 48 no pararon de expresar esa inquietud, sobre todo a través de las redes sociales. Por supuesto, también eran muchos los que mostraban su satisfacción por el nuevo escenario político español, pero es el miedo y no la apertura al cambio lo que debe preocuparnos.
¿Miedo a qué? Supongo que a lo desconocido, a una forma de gobernar inédita hasta la fecha pero que debería estar en los pilares de cualquier democracia parlamentaria que se precie, basada en el diálogo, la negociación y la cesión, en dejar a un lado los intereses partidistas para que prevalezcan los intereses del país y, sobre todo, de sus ciudadanos. Y también miedo a lo nuevo, porque no se explica de otra forma que, a pesar de la enorme caída en el número de escaños, el PP, el mismo partido acosado por la corrupción y el incumplimiento casi indecente de su programa electoral, siga siendo la fuerza más votada.
Sí es cierto que el empate casi técnico que derecha e izquierda viven en estos momentos hace bastante difícil la configuración de un gobierno, ya no estable, sino simplemente de un gobierno. El PP tiene una capacidad de negociación casi nula tras cuatro años de absolutismo y la anunciada abstención de Ciudadanos no resultaría suficiente para conseguir una mayoría simple. Sería necesaria la abstención en segunda vuelta del PSOE, que ya vive una importante lucha interna porque hay barones que apuestan por permanecer en la oposición.
También la configuración de un gobierno alternativo de izquierdas en el caso de que Mariano Rajoy no consiguiera ser investido como presidente plantea enormes complejidades, aunque intentarlo no sería ni mucho menos ilícito a tenor de los resultados del pasado domingo.
Sea como fuere, en el caso de constituirse finalmente un gobierno, todo apunta a una legislatura breve, sin descartar que haya que convocar de nuevo elecciones, aunque quizás no sea la opción más deseable.
Pero el cambio ya se ha producido, ya está aquí. Lejos quedan las mayorías absolutas y los pactos fáciles. Los partidos tradicionales tienen que ponerse el mono de trabajo y concienciarse de que ésto ya no es un intercambio de sillones, de que las nuevas fuerzas pondrán muy caro su apoyo mientras no puedan aplicar sus políticas. Y son muchos los ciudadanos que deben realizar ese mismo ejercicio. ¿Miedo a qué? Miedo, en todo caso, a su inmovilismo.
