Apaga y vámonos
Las ruinas de la Central Térmica de Aliaga, un paisaje espectral entre montañas
Zaragoza
Estamos habituados a ver fábricas abandonadas en el entorno de las grandes ciudades, esqueletos del declive industrial que proliferan como fantasmas por los viejos polígonos. Lo raro es encontrar una fábrica abandonada en el medio rural, entre montañas, en un lugar remoto junto a una de esas carreteras que unen núcleos muy castigados por la despoblación. Ese es el caso de la Central Térmica de Aliaga, situada junto a la tortuosa carretera que une este municipio con el de Ejulve.
Esta fábrica de electricidad fue la más grande de España y solo funcionó durante treinta años, de 1952 a 1982. Allí trabajaban cientos de personas. A su lado se construyó un embalse para las tareas de refrigeración. Tres décadas después de su clausura, el edificio y la lámina de agua, en gran parte cubierta de vegetación lacustre, configuran un paisaje imponente, melancólico, toda una metáfora del abandono en una de las zonas más recónditas de Teruel, una provincia en la que abundan sorpresas de este calibre.
Como paradoja de este lugar solitario, el poblado que se creó para quienes trabajaban allí, La Aldehuela, se ha convertido ahora en un lugar de ocio. Las casas de los antiguos trabajadores son ahora residencias de fin de semana. Frente a ellas se alza el imponente edificio de la central, en cuyo costado aún se lee “Eléctricas Reunidas de Zaragoza”. Hace cuatro años el festival de música electrónica Sonar utilizó este entorno para un anuncio promocional, recreándolo como si fuera un paisaje industrial de la antigua Unión Soviética. Un Chernóbil sin radiactividad. Aliaga y vámonos.