Todos para una y una Constitución para todos
Emilio Durán pone en valor la generosidad de los políticos de la transición que pusieron la semilla para que germinara la Constitución Española. Expresa su deseo de que los representantes actuales sean capaces de entenderse por el bien común

Ciudad Real
En estos días en que la política rechina, saltan chispas sobre la Constitución y se escuchan comentarios tan llamativos como el que alude a su reforma con el fin de conseguir la democracia en España. Esto, después de leer, releer y estudiar la Carta Magna, causa cierto estupor, pues tal es su sistema de libertades, derechos y garantías, que sólo alguien que no ha pasado sus hojas o no vive en España puede hacer un comentario así.
La crearon las primeras Cortes democráticas tras el franquismo; sus siete ponentes representaban a todas las opciones políticas y al regionalismo; la aprobaron las Cámaras y el pueblo la refrendó por abrumadora mayoría. Con ella se selló el pacto de La Transición y los españoles dieron ejemplo de ciudadanía conciliando, generosamente, sus temores, rencores y diferencias ideológicas. No debió ser nada fácil contentar a ganadores y perdedores, a quienes seguían manejando el poder y a los que acababan de salir de la clandestinidad o de las cárceles, pero los políticos de entonces supieron y quisieron ceder para que ganásemos todos.
Con la Declaración Universal de los Derechos Humanos como referente, la Constitución reconoce los derechos fundamentales y asegura el más amplio sistema de garantías para su ejercicio y disfrute. Constituye un estado de derecho siguiendo la teoría de la división de poderes de Montesquieu y vertebra un régimen de autonomías sin quebrar la indisoluble unidad de la Nación española.
Con esta Constitución, si alguien no percibe la democracia, sin duda desconoce su significado y, seguro, no ha vivido bajo el yugo de un sistema totalitario. Opinar, discrepar, denunciar, participar, crear, ganar… son verbos que, gracias a nuestra Carta magna, se conjugan en España. En otros países, se les ponen rejas.
Por eso, mientras siguen las voces de reforma y antes que esta se consume, permítanme que muestre mi respeto, admiración y agradecimiento a todos aquellos españoles que enterraron las hachas de guerra de las dos Españas, se dieron fraternalmente la mano y rubricaron esta Constitución que nos ha permitido vivir en paz los últimos 37 años.
Ojalá los políticos de hoy se entiendan para que el Estado, la justicia, la libertad y la seguridad y la convivencia democrática no se quiebren. Sólo así podremos avanzar en la consecución del bien de todos los españoles, conforme a un orden económico y social justo.
La Historia nos juzgará.
Emilio D. Durán Arche




