"Si se desperdiciaba comida caducada, amenazaban con descontarlo del sueldo"
Testimonios de la trama de explotación laboral en restaurantes de Palma relatan "insultos y maltrato" de encargados y jefes

Cadena Ser

Palma de Mallorca
"Si se desperdiciaba comida caducada amenazaban con descontarlo del sueldo". Es parte del testimonio de una trabajadora de una de las empresas implicadas en la trama de explotación laboral en restaurantes y que forma parte del sumario.
Esta empleada trabajaba en una de las naves que la organización tenía en el Polígono de Can Valero, en la que procesaban la comida que iba a parar a los restaurantes que no tenían licencia de cocina. Cuenta que la comida caducada se tiraba sin que se enterase el encargado, "que quería reutilizarla".
Y es que los cabecillas de la trama, en prisión preventiva en la cárcel de Palma, incumplían de forma reiterada la legislación en materia sanitaria en sus locales. Las hamburguesas, dice uno de los testigos, "se cargaban en cajas de fruta" y el encargado insistía en reutilizar la comida, "como las croquetas que los clientes dejaban sin comer" y que se servían a los siguientes que lo pedían.
Muchos de los testimonios hablan de contratos por una o dos horas al día con jornadas efectivas de más de doce y sin pagar las horas extra. Denuncian que tampoco les permitían disfrutar de los descansos que marca la Ley y los tenían que hacer "a escondidas".
Y es que el propietario de los locales les cobraba hasta el uniforme de trabajo, a un precio abusivo. Una testigo afirma que tuvo que pagar 120 euros por dos camisas blancas y un delantal. Además, si se rompía algo se lo descontaban de las nóminas.
A todo ello se sumaba un trato, que los testigos califican de "despectivo y vejatorio" contra los trabajadores. Los empleados estaban constantemente vigilados por cámaras de seguridad, que se utilizaban para controlarles durante todo el día, a través del móvil y de la tableta.
No se andaban con contemplaciones los encargados, según el relato de algunos trabajadores, que denuncian que se les insultaba y maltrataba verbalmente. Una testigo relata frases como "no sirves para nada, haces cafés de mierda, no te voy a pagar más o este mes cobrarás un sueldo de mierda, el de una puta camarera".
Otro de los empleados está convencido de que alguien les avisaba de las inspecciones, ya que una de las encargadas de restaurante les avisaba previamente de lo que tenían que decir cuando llegara el inspector.
"Me sentía explotada y engañada" dice otra testigo, que señala ante la Policía que siempre le faltaba dinero del sueldo y nunca le pagaban las horas extra reales. Cuando se negó a firmar el finiquito que le ofrecían, dice, los encargados utilizaron a un familiar suyo, a quien amenazaron con despedir si no le convencía de firmar el finiquito que le ofrecían.
Acoso sexual
El cabecilla de la trama de explotación laboral en restaurantes de Palma acosaba a sus trabajadoras jóvenes para conseguir relaciones sexuales aprovechándose de su estado de necesidad. Así lo pone de manifiesto un informe de la Policía Nacional incluido en el sumario de la trama, cuyo secreto se levantó ayer. Los investigadores cuentan con decenas de testigos que ratifican las prácticas ilegales y, en algunos casos, inmorales.
Los testigos relatan el trato despectivo y vejatorio de los propietarios de los negocios, dos hermanos, hacia sus empleados. De hecho, los dueños de los locales clausurados aleccionaban a los encargados para que dispensaran ese mismo trato vejatorio al resto de trabajadores.
Otro de los aspectos que la Policía pone sobre la mesa es la falta de medidas higiénicas en los locales de trabajo. Los testimonios relatan que se servían productos de desecho. En los locales se reutilizaban alimentos que estaban caducados, a los que quitaban el moho para poder despachárselo a los clientes. No tenían escrúpulos, según el relato de algunos trabajadores, en utilizar productos que se habían caído al suelo o las sobras de lo que un cliente dejaba en el plato para servírselo a otro.
Los relatos también apuntan a que se alteraba la composición de los productos para ahorrar gastos. Los refrescos se servían directamente al vaso procedente de botellas de varios litros y el vino de mala calidad se disfrazaba de vino de botella.
Además, los trabajadores de los restaurantes tenían órdenes estrictas de aumentar las cuentas a los clientes extranjeros. Sólo por ser turista, se incrementaba el precio perjudicando al visitante e inclumpliendo la normativa al respecto.
Dinero negro
Los investigadores cuentan con un testigo protegido, que trabajó como administrativo en las empresas regentadas por los hermanos. A raíz de esta declaración, la Policía Nacional ha constatado la existencia de una caja B, que controlaban los líderes de la trama, que destuyeron información después de una primera inspección de trabajo.
El hijo de uno de los dueños pasaba cada día por todos los establecimientos, donde recogía las recaudaciones del día anterior que le daban los encargados. En las oficinas, el importe se dividía en la facturación legal y la B. Todo el dinero se introducía en una caja fuerte. Además de ese dinero, según el testigo, en la caja había una bolsa con una cantidad variable que se alimentaba del dinero negro a la cual sólo tenían acceso por uno de los propietarios.
El testigo relata que el propietario tenía a personas de confianza de las que se servía para montar nuevas sociedades para gestionar sus locales. También era él el que decidía las cantidades que se facturaban en A y en B. El testigo señala que tras una primera inspección de la Policía, se destruyó parte de la documentación en B, que se metió en bolsas de basura y se tiró por contenedores de Palma.




