Bécquer sueña con volver al Moncayo
Dos años después del robo, la estatua del poeta aún no se ha repuesto en Trasmoz
Zaragoza
En la primavera de 2014 dos delincuentes de poca monta se llevaron la estatua de Gustavo Adolfo Bécquer situada a los pies del castillo de Trasmoz, obra del escultor sevillano Luigi Maráez.
Aprovechando la soledad del lugar y el escaso anclaje de la figura, la derribaron de su pedestal y se la llevaron en una furgoneta. Pocos días después fueron detenidos cerca de Tudela en un episodio que resultaría cómico si no fuera por la brutalidad de sus protagonistas: la policía acudió a auxiliarles al ver que salía humo de su vehículo y se encontraron en el maletero varias piezas de bronce que habían sido seccionadas de la escultura del poeta andaluz. Las que faltaban ya estaban en manos del chatarrero que les había comprado al peso y por pedazos aquella obra de arte. Poco más de 600 euros de beneficio a cambio de un monumento destrozado.
Pronto se cumplirán dos años del suceso. Bécquer sigue troceado, guardado en un almacén, ausente del lugar donde se había convertido en un referente al que muchas personas acudían a fotografiarse. Allí donde en el siglo XIX se sentó a tomar notas para las cartas “Desde mi celda” que escribió durante su estancia en Veruela.
El autor de la estatua reclama desde hace tiempo que le devuelvan ese bronce para volver a fundirlo, rehacer la figura y retornarla al sitio donde la robaron. Hay que recordar que su obra fue una donación, un regalo al pueblo de Trasmoz, porque el autor no cobró nada por su trabajo. Tampoco lo está haciendo ahora que trabaja en la reconstrucción de los moldes originales para rehacer la pieza, con la ilusión de que recupere el valor emblemático que adquirió en la zona desde que se instaló en 2008 con motivo del VII Festival Internacional de Poesía del Moncayo.
Los deseos del escultor chocan con los trámites judiciales, que impiden esa devolución hasta que se celebre un juicio para el que todavía no hay fecha. Al parecer la causa se ha complicado al decidir que se incluyeran en el mismo proceso otros dos robos similares cometidos y recepcionados por los tres mismos implicados, los dos ladrones de Tarazona y el chatarrero navarro. Aun así, parece otro ejemplo de la exasperante lentitud de la Justicia. Casos como el de La Muela o el caso Noos, con decenas de imputados, han tardado en llegar a juicio entre seis y ocho años. En comparación, que hayan pasado casi dos para un caso con tres personas pilladas in fraganti, donde no se atisba que haga falta mucho papeleo, resulta entre triste y absurdo.
Desde el ayuntamiento de Trasmoz comprenden la impaciencia del artista, pero manifiestan su impotencia para avanzar mientras no tenga lugar el juicio. El deseo de la corporación es que Bécquer vuelva a su sitio cuanto antes, así como potenciar su figura como gran referente del pueblo, junto con su emblemático castillo. Después de todo, además de escribir de las famosas brujas, Gustavo Adolfo escribió un emocionante texto sobre el cementerio de Trasmoz, la Carta III, donde manifestaba su predisposición a ser enterrado allí mismo.
Pronto llegará la primavera, se cumplirán dos años del robo y volverán las oscuras golondrinas a revolotear por los cielos del Moncayo. Ojalá lo haga también la figura del poeta que las inmortalizó, a no ser que las hojas del expediente que debe poner fin a este caso sigan revoloteando sin fin por los juzgados.