El modelo de mercado divide a los placeros de Santiago

Santiago de Compostela

La plaza es ese lugar en el que la frescura de los alimentos es un mandamiento y a donde los carritos de la compra acuden en busca de género perecedero, fundamentalmente, y de temporada. Desde los vendedores ambulantes y agricultores de la Edad Media, los mercados de abastos han ido cambiando a lo largo de los siglos ha sido en los últimos años cuando se han transformado, algunos, de forma más notable que otros. Porque la batalla contra los supermercados y grandes superficies es dura. Muchos han entrado en trayectoria descendente y buscan fórmulas para revitalizar su actividad.

El debate se ha desatado en el Mercado de Abastos de Santiago tras la retirada, por parte del gobierno municipal, de las mesas colocadas en una de las naves que se destinaban a la degustación. El propietario del restaurante allí ubicado y algunos puestos de pescados y mariscos opinan que era una buena forma de atraer gente, sobre todo en época turística. Otra parte de los placeros aseguran que a ellos ni les beneficiaba, ni les perjudicaba. Detrás de la polémica se encuentra en realidad el dilema de cuál es el modelo de plaza más adecuado.

Si pensamos en mercados exitosos y que a la vez se han convertido en un atractivo turístico, enseguida nos viene a la cabeza La Boquería, en Barcelona. Es tal el interés que despierta entre los visitantes, que esa se ha convertido en su debilidad. Recibe un número de visitas tan elevado, que los que van allí a hacer la compra diaria lo tienen complicado.

El de San Miguel, en Madrid, ha dado dos o tres pasos más. Está pensado para "ser una comunidad de empresarios", así lo dice literalmente su carta de presentación. Concede importancia a la parte de la degustación y ha incorporado un espacio para conciertos y otras actividades culturales. Un modelo que se aleja del tradicional, aunque conserva su estructura de hierro de 1916.

Pero no hace falta salir de Galicia para encontrar mercados que se han reinventado o han diversificado su oferta, llevándola más allá de lo que estrictamente gastronómico. El de O Berbés, en Vigo, ha importado el concepto de "gastromercado" y añadido nuevas plantas para dedicarlas al ocio culinario. El proyecto incluía, incluso, taperías, un restaurante y un supermercado. El objetivo es aprovechar el potencial turístico que le da su ubicación cercana al puerto de trasatlánticos.

Algunos mercados se han alejado completamente del concepto tradicional. En la plaza de Lugo de A Coruña se levantó hace años un edificio, sustituyendo al original de 1910, que más parece un centro comercial. Tiendas de ropa o de productos culturales y electrónicos, además de cafeterías y otro tipo de establecimientos rodean al núcleo duro de la plaza. Aún así, no ha logrado esquivar el cierre de negocios, consecuencia, también, del elevado coste para montar uno nuevo.

La preocupación es siempre la misma: no perder más clientes y conservar los negocios. La plaza de As Burgas, en Ourense, optó por hacer una campaña de fuertes descuentos para atraer nuevos vendedores a sus puestos.

En Santiago se rompen la cabeza para que el mercado no abandone su identidad ni su encanto. Se la considera un monumento más de la ciudad y la visitan miles de turistas al año. La gerencia y parte de los comerciantes afirman que la degustación es una apuesta segura. Otra parte insiste en que "la plaza es para comprar y no para tapear".