Las plantaciones de té de Sri Lanka
Firma de opinión Claudia Rodríguez, Las plantaciones de té de Sri Lanka. Córdoba Hoy por Hoy.
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Córdoba
Tras unas horas de viaje, las palmeras fueron dando paso a pequeños arbustos. Nunca había visto la planta del té y no pude contener la emoción al verlas a ellas y a las primeras recolectoras. Tan pequeñas entre tanto verde, moviéndose entre los surcos tan precisos que la plantación formaba. Cuando en mi cabeza soñaba con estar allí, no imaginaba un mar de verde tan inmenso y tan perfecto.
De las chanclas pasé al polar, el bus me dejó en la entrada de la fábrica, un complejo de edificios verdes y blancos. Desde el mirador, la gran señal me anunciaba que había llegado a Mackwoods Labookelie, la sede de una de las plantaciones de té más famosas de Sri Lanka desde que fuera fundada por un capitán de la marina británica llamado Sir William Mackwood en 1841.
El txirimi de aquel día no me dio tregua y había momentos en los que llegué a pensar que estaba en una pequeña y encantadora Gran Bretaña. La visita a la fábrica la hice en solitario y gracias a ella pude conocer un montón de cosas que no sabía sobre el procesamiento del té:
- La recolección del té se hace semanalmente por arbusto.
- Cada planta suele tener una vida útil de 60 años. En el caso de no cortarse, el arbusto puede llegar a medir unos 10 metros de alto.
- Las hojas que se extraen, las pequeñas y más verdes de arriba, se secan durante 48 horas.
- Se trituran, se comprueba su tamaño y se vuelven a trocear en caso de ser grandes.
- Para elaborar el té negro, las hojas se fermentan y eso es lo que provoca su color característico. El té verde no se fermenta.
- Se secan a 110º.
- Las diferentes variedades de té se obtienen según el tamaño de la hoja y de la planta donde se han cogido. Así, el té blanco se hace únicamente con las hojas enrolladas y más pequeñas de la planta, no se fermenta y, por ello, es más caro.
La visita a Mackwoods Labookelie es totalmente gratuita y, no solo eso, incluye una taza de té en un acogedor salón de aires coloniales.
Salí de la fábrica a la caza y captura de la estampa idílica que llevaba en mi cabeza. A los pocos metros encontré a esas recolectoras de té que movían frenéticamente los dedos, seleccionando las hojas del verde más intenso, las que formarán parte del famoso té de Ceylán.