Golpe de efecto
La amante del general recrea los entresijos del 23F y cómo se vivió en Aragón
El 23 de febrero de 1981 había dos inauguraciones previstas en Zaragoza y su entorno: el primer hipermercado de Aragón abría sus puertas en Utebo y en plena plaza del Pilar, en la Lonja, se inauguraba una exposición sobre la Guerra Civil. Esto último estuvo a punto de ser premonitorio: poco antes de que la exposición recibiera sus primeros visitantes, el teniente coronel Tejero entró a tiros en el Congreso y toda España contuvo la respiración ante un suceso que a muchos les hizo pensar en una vuelta a 1936.
Javier Fernández López, militar y doctor en Derecho, ex Delegado del Gobierno en Aragón, es uno de los mayores expertos en la historia reciente del ejército español, en golpismo en general y en el 23F en particular. Baste recordar que cuando Javier Cercas estaba escribiendo Anatomía de un instante se desplazó hasta Zaragoza para documentarse con él sobre aquel episodio. Autor de libros como Militares contra el Estado o El Rey y otros militares, Fernández ya había abordado el golpe de estado en su obra Diecisiete horas y media, el enigma del 23F. Ahora vuelve a hacerlo, pero no en forma de ensayo, sino de novela.
Mezclando personajes reales y otros de ficción, en La amante del general reconstruye los días previos a esa fecha a través de una serie de personajes característicos de aquellos tiempos ilusionantes y a la vez convulsos. Militares conspiradores y otros disciplinados, estudiantes modernos y estudiantes fachas, profesores progres y profesores falangistas, políticos que se estrenaban en las instituciones, miembros de las fuerzas de seguridad acosados por el terrorismo, militantes de izquierdas, cristianos con conciencia social, periodistas, etc; toda la amalgama social que configuró aquellos años de la Transición.
Tres décadas y media después de aquellos hechos, quien los conoció aún siente escalofríos al rememorarlos y comprobar lo cerca que España estuvo de rescatar sus peores demonios, los del enfrentamiento civil. Pero también sabemos que fue un día triste con final feliz y que, treinta y cinco años después, en la Lonja se siguen organizando grandes exposiciones y continúa abierto aquel hipermercado de Utebo que se ponía en marcha justo cuando todo el país se quedaba paralizado.