A vueltas con la Selectividad

Alcázar de San Juan

La Selectividad que conocemos hasta ahora está diciendo adiós. Una nueva ley irrumpe en el panorama educativo sin que nadie sepa que alcance real tendrá. Desde la restauración democrática hemos aprendido un montón de leyes-acrónimos: LODE, LOGSE, LOCE, LOE y LOMCE. Además de su parecido fonético todas las leyes orgánicas tenían algo en común, precisamente que no habían sido puestas en común por los dos grandes partidos que han gobernado en España hasta la fecha.

La falta de consenso inicial anticipaba el fracaso de cada una. Seguimos igual. La última ley y el último acrónimo se han aprobado sin acuerdo. Es evidente que los que no aprenden, y serían los que deberían dar ejemplo, son los padres de la patria. El principal fruto de esta falta de pacto político educativo es la incertidumbre que atenaza a los docentes y a los alumnos que estudian ahora o estudiarán Bachillerato en los próximos años.

La Selectividad, que ha acompañado a todas las leyes anteriores, parece que toca a su fin. Se pretende sustituirla por una reválida al final de Bachillerato. Se habla de un examen test que sea común a toda España. Después se dejaría abierta la puerta a que cada Universidad realice su propia criba para dar acceso a sus futuros alumnos. Los bachilleres, después de aprobada la reválida final, deberían peregrinar de una Universidad a otra para poder optar a varias posibilidades diferentes. Una locura.

La mayoría no pondría inconveniente a la realización de un examen tipo test nacional que sustituyera a la Selectividad actual. Una única prueba para los alumnos españoles sería una garantía de imparcialidad que aspiraría a garantizar la igualdad de oportunidades para todos. Pero si ese es el espíritu de la nueva ley, ¿por qué hay que volver a examinarse después en cada Universidad? Todo lo que ganaría una prueba nacional común, se perdería inmediatamente en las particularidades de cada autonomía, facultad, universidad. Diferentes exámenes, diferentes convocatorias, con criterios más o menos arbitrarios y siempre con la sospecha velada de la parcialidad. La LOMCE pasaría del califato independiente a los reinos de taifas en un solo curso, en cada curso, en un tiempo récord. ¿Querrán que no olvidemos la historia de los reinos de taifas, de los cantones, de la ausencia de estado cómo esencia de la espiritualidad hispánica?

El caso es que ni los profesores, ni los alumnos, ni los padres saben a qué atenerse a estas alturas. Todo sería más sencillo si antes de cada ley se preguntara a los que realmente conocen los problemas de la educación que educación queremos y cuál podemos ofrecer. Sería mejor si se pidiera consejo a los profesionales de la enseñanza. Son ellos los que quieren y pueden sacar a la educación de España de este atolladero.