Sociedad
Antonio Coronil

‘El sur’

Firma Antonio Coronil 'El sur'

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02:22

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Algeciras

Dicen que nosotros, los andaluces, decimos olé, cuando algo nos gusta demasiado. También nos achacan el invento del óoooole, así con esa “o” estirada en el tiempo, cuando el regusto de la alegría llega al éxtasis.

Pero como los andaluces tenemos muchas famas y algunas no muy buenas, pues el ole parece un sinónimo de fiestas, palmas, clavel en solapa, de viva la virgen y de aquí no pasa ná. Y entonces, abandonamos el trabajo y las cosas serias e importantes del resto de la humanidad, para entregarnos a las risas y a la charla en las casapuertas. Y esta entrega a lo no importante, nos hace analfabetos y pobres. Y además, nos achacan que no tenemos criterio y que somos los dueños de la patente del voto cautivo. ¡Ay! cautivo, como el Señor de Algeciras, que el olor a azahar ya nos anuncia. Vamos, que al decir de muchos, los andaluces somos de olé.

Pero, en verdad, los andaluces no decimos olé (y esto sólo lo sabemos los andaluces).

Cuando el toro ha pasado, entre una nube de polvo, bajo el rosa del capote y con las zapatillas juntas, el torero mira al público en una chicuelina perfecta, decimos bajito, como cuando estamos con quien amamos… ele. Así, como para nosotros mismos.

Cuando la guitarra arropa la voz del cantaor y el sentimiento arrecia desde sus mismas entrañas, que "volar, yo quiero volar", decimos, bajito, de la garganta al corazón… ele.

Cuando en las ferias, los hombres de camisas blancas rodean con sus brazos los cuerpos de volantes de una morena guapa, decimos, chiquito, íntimo… ele.

Y cuando al compás de las horquillas, el racheo de los cargadores enmudece la tibia noche de la primavera andaluza, rezamos para dentro, un reservado… ele.

Frente a la parodia del ole, el ele tiene la sabiduría de Séneca, la viveza de Lorca, los colores de Picasso y el sentimiento hondo del flamenco.

Ser andaluz es sentir lo que haces, cantar lo que piensas y bailar hasta los problemas. Es el arte de encontrar la luz, la chispa, la felicidad, en definitiva, entre lo gris de la existencia. De todos los pueblos que pasaron por nuestra tierra, aprendimos que lo verdaderamente importante es buscar tenazmente la felicidad.

Ser andaluz es una manera de entender la tarea desde la curiosidad y la invención. Jóvenes andaluces que enseñan a todos que desde aquí, tierra bella y desatendida, se hace innovación y se proponen ideas que construyen un mundo mejor. Más solidario y acogedor. De respeto y generosidad. Aquí la independencia es un “siéntate con nosotros” en la terraza de un bar. Aquí se trabaja el vivir.

Por eso, ahora que celebramos Andalucía, invitemos a todos, con la sabiduría de quien ha visto tanto como el Guadalquivir, a que compartan y sientan nuestra tierra. Y con la paciencia aprendida de los olivos, les enseñaremos a decir ele.

 
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