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¡Apaga y vámonos! con Romualdo López | 11-03-2016

Romualdo López reflexiona esta semana sobre los extremismos a propósito de una de sus últimas salidas: el concierto del Niño de Elche

Foto: Celia Macías / El Niño de Elche

Murcia

Voces del extremo

Apaga y vámonos / VOCES DEL EXTREMO (11-03-16)

05:33

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El extremo. Ese concepto. ¿Qué es el extremo para cada uno de nosotros? Si hacemos un barrido mental en busca de las primeras respuestas que nos sugiera esta pregunta, los resultados serían varios, dependiendo de la persona. Estará la irredenta futbolera, que asocie el extremo con una posición en el campo, escorada a la banda normalmente. O la romántica edulcorada, que te suelte aquello de “los extremos se atraen” a la mínima que tenga oportunidad. La viajera empedernida que utilice el comodín del Extremo Oriente para hablar de sus viajes o la preocupada por el terrorismo y sus correspondientes extremismos. Para expresar lejanías, contraposiciones, radicalidad, para todo eso utilizamos la palabra extremo.

En política, que tanto se castiga a las pobres palabras, muy a menudo se usa para mal. Suele aparecer el término para desacreditar posturas que van más allá de la tibieza. Sí, aquella enemiga del extremo, la que permite mantener las aguas calmadas para que no vuelquen los yates del conformismo. Los extremos siempre son los otros. Por cierto, mientras escribo esto me doy cuenta de que estamos a 11 de marzo, una fecha oscura para la historia de España que sembró Madrid de cadáveres de inocentes. Recuerdo los insultos extremos que me proferían los simpatizantes del partido al que apearon del poder tras una nefasta gestión de los atentados. Yo era un joven reportero, precisamente de la SER, y en según qué situaciones llevaba el logo equivocado en la mochila. Fue una época muy ilustrativa sobre las interminables caras del extremismo, el que nos vene importado y el de estar por casa. No hemos cambiado tanto ahora, llevamos mejores móviles y poco más.

Romualdo López

Por lo tanto, en la actualidad y salvo excepciones, la palabra extremo suele ir rodeada de ciertas connotaciones negativas que vamos a intentar paliar para terminar este artículo esbozando una sonrisa, aunque sea irónica.

El pasado domingo quedé con un amigo para disfrutar de un concierto dentro de un ciclo impagable y valiente que se llama Atiende Alicante, en la ciudad portuaria. En este caso, el protagonista era el Niño de Elche, un artista procedente de la ciudad de las palmeras, pero afincado en Sevilla. Desde allí ha desarrollado hasta la fecha su talento, partiendo de una clara vocación flamenca, amparada por una técnica vocal que a un profano en la materia como yo le parece maravillosa. Seguramente, si me tropiezo con un purista me llevaría la contraria, pero no sería eso lo único a objetar sobre la obra del artista que nos ocupa hoy. Lo que yo vi no es flamenco, pero tampoco lo pretende. Respaldado por Darío del Moral y Raúl Cantizano, dos grandes músicos, lo que ofrece Niño de Elche es una original mezcla de pop lisérgico, herencias de raíz, electrónica, desarrollos progresivos, bailes libres y unos cantes que lo sobrevuelan todo.

Y poesía, todo lo domina una personal visión poética en la que el artista parece estar inmerso. De hecho, el disco que anda presentando se llama ‘Voces del Extremo’ y está inspirado en los textos de poetas críticos agrupados de alguna forma en torno a un evento anual del que ha tomado el nombre este disco y que está auspiciado por el poeta y ensayista Antonio Orihuela. De hecho, la interacción del Niño de Elche con el público se desarrolla entre citas literarias, guiños irónicos al poder y trazos de compromiso social. Su propuesta, que además se ramifica en otras varias, está calando en el sector de la crítica especializada y, a juzgar por lo visto en Alicante, también en el público.

Y ya hemos llegado al extremo bueno, el que nace en los márgenes de la cultura oficial, impulsado por el riesgo, al que propone ponerle voz el Niño de Elche.

Feliz fin de semana

Romualdo López

 
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