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La vida en un centro de refugiados

CEAR cuenta con un Centro de Refugiados en Getafe y 9 pisos de acogida en Leganés. La nueva vida para los que huyen de la muerte

Migrantes del campamento de refugiados de Idomeni. / NAKE BATEV EFE

Getafe

Unos 160 refugiados, en su mayoría sirios y ucranianos, residen ahora en el Centro de Refugiados que tiene la Comisión Española de Ayuda al Refugiado en Getafe. De ellos unos 30 son menores. Es su casa, al menos durante nueve meses. La intención es que su vida aquí, empiece a normalizarse cuanto antes. Para los niños, fundamental, la escolarización y el seguimiento que padres y centro hacen de sus estudios e integración, según indica Mónica López, coordinadora Estatal de Acogida de CEAR.

El día comienza en el comedor, con un desayuno que da el punto de partida a los padres que llevan a sus hijos al colegio o tienen que asistir a algún taller, como el de castellano, fundamental en los inicios. A veces, reconoce López, tienen que ir a citas médicas o con sus abogados, según la situación de cada uno. Entre las 13 h y las 13,30 h llega la comida de niños y adultos y luego la vuelta al cole. Por la tarde es tiempo de clases, que les ayudarán en su formación o el ocio, como actividades deportivas o artísticas. Y cuando llega la noche, como cualquier familia, según los casos, se reúnen en el salón a ver la televisión, el partido de fútbol o bañar a los más pequeños. Una situación que se prolonga entre 6 y 9 meses. A partir de ahí, llega la segunda fase de integración en pisos de alquiler, con las ayudas de CEAR.

Además de este centro, CEAR cuenta en Leganés de 20 plazas en cuatro pisos y 28 plazas en otras cinco casas, éstas últimas para refugiados con especial vulnerabilidad.

Reportaje: La vida en un centro de refugiados

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En el Centro de Getafe encontramos casos como los Harastani, un ciudadano sirio que huyó de la guerra con su familia de cinco miembros. Allí tenía su vida hecha, una clínica de fisioterapia, dos casas, un coche,… pero todo se vino abajo.

Amjad trabaja ahora de cocinero para CEAR. Él también es sirio y acaba de recibir a su esposa que, por fin, ha podido abandonar el horror de la guerra. Su periplo de huida le llevó a Argelia, a Marruecos y luego a Melilla para terminar en el Centro de Refugiados de Getafe. Es uno de los muchos casos de familias dispersadas y divididas por la guerra.

Desde hace tres años, reconoce Mónica López, no han dejado de llegar refugiados sirios a Centros como el de Getafe. En este tiempo, afirma, el perfil ha ido cambiando. Al principio llegan las personas con más recursos, suelen ser gente más cualificada, con un alto nivel de inglés…, luego empiezan a llegar los que tienen más dificultades y en situaciones cada vez más precarias.

Los Centros de CEAR son una mano tendida, que ahora más que nunca necesitan.

 
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