‘Semana Santa’ | 25-03-2016

Un saludo mis querido radioyentes desde mi destierro vacacional en un hotel de la costa del sol.

Otra vez la semana santa está sirviendo no sólo para ver desfiles procesionales, imágenes y cofradías haciendo estación de penitencia, pero también para comprobar cómo se asocia ese binomio, en principio irreconciliable, de crisis económica y hoteles y restaurantes llenos a rebosar. La ocupación hotelera ha llegado a tal punto, que en el hotel donde estoy yo, que dispone de 600 camas, hay alojadas 1,500 personas.

Los hoteleros han hecho un esfuerzo enorme para satisfacer la gran demanda que ha habido por parte de los usuarios. Han metido en las habitaciones camas supletorias, literas, habitaciones pateras para familias enteras; una cosa tremenda.

En la recepción del hotel, la gente se agolpaba sobre el mostrador como si fuera aquello la taquilla de un concierto para ver a Alejandro Sanz. Como ha llegado a ser la cosa, que el guardia de seguridad se sacó un spray del cinturón, y yo creía que se lo iba a echar a la gente, pero lo que hizo fue pintar una raya en el suelo, como los árbitros de futbol cuando hay que tirar una falta, para que la gente se pusiera detrás pero lo que quería el guardia era colarse, por que él también quería una habitación pa' su mujer y su suegra .

En la piscina la cosa ya está siendo dantesca. ¿Ustedes han visto alguna vez un criadero de truchas?; pues peor. Yo quise nadar y cada brazada que daba le pegaba una bofetà al de al lao, pero la gente no se pelea porque aunque nos peguemos mamporros y haya gente pa separar la pelea, no se puede separar porque no hay sitio pa separarse, no sé si me explico, una cosa surrealista. Al final de tanto rozarme con un hombre de pelo cano con acento madrileño, terminó guiñándome un ojo y pidiéndome el número de teléfono.

Me escabullí como pude de esa especie de almadraba piscinera y me bajé un rato a la playa con mi mujer.

El tiempo está regular, pues así y todo, había sombrillas puestas desde las siete de la mañana, había más gente allí que en la oficina del paro de La Línea. El negro que vende los collares decía que en Senegal estaba él más fresquito; la china que da los masajes, como no tenía sitio, se tenía que subir encima del cliente, que no se sabía si le estaba dando un masaje, o estaba “liá con él a brazo partío” en la arena. Como pude me metí en el agua, pero cuando salí y vi esa marabunta de carne con bañadores del primark de cuatro euros y yo sin mis gafas, no encontraba a mi mujer por ningún lao.

Ya estaba desesperao, dando tumbos por la orilla con las lágrimas saltás hasta que dos socorrista, de esos de gimnasio que comen pollo con brócoli, me llevaron al puesto de socorro que estaba cerca y allí una mujer muy amable comenzó a repetir por megafonía “en nuestro locutorio tenemos a un hombre que se ha perdido, dice llamarse Pepe y viste un bañador descolorio del año pasao. Rogamos a sus familiares pasen a recogerlo”.

A los cinco minutos estaba allí mi mujer, que me quería matar, menos mal que la muchacha del locutorio le dijo “no le pegue usted mujer, que los hombres son así de torpes”

En el comedor, todos los días el bufet desaparece y lo reponen, desaparece y lo reponen y la gente parece que no ha comido en su vida; es más fácil encontrar un puesto de trabajo que hacerse un sitio pa coger un puñaito de gambas. Hay fulanos que se echan en los platos la comida mezclá a puñaos. ¡Pero bueno si yo en mi casa me como unas lentejitas y como mucho, cuatro boqueroncitos fritos! Y estoy observando que la gente se pone muy nerviosa cuando huele la comida y empiezan a chocar unos con otros como los cochecitos de la feria.

Cuando salí del comedor me costó trabajo llegar a mi habitación, no porque no supiera el número, sino porque los pasillos eran como la cola de Gibraltar pa salir un viernes.

Hay algunos con la pulserita del todo incluido, pero lo que de verdad pone en la pulsera es -todos incluidos- o sea to el mundo allí metio en el hotel.

En la habitación contigua a la mía, hay una familia de Guadalajara que comparte habitación con otra familia de Badajoz y se llevan la mar de bien. El único problema es que una de las mujeres, la de Badajoz, esta estreñida y se tira mucho tiempo en el baño, así que cada vez que entra, la familia que esta fuera, la anima para que apriete al ritmo de ¡si se puede, si se puede, si se puede! Al final después de dos días intentándolo cuando ha podido evacuar le han hecho una fiesta en la cafetería pa celebrarlo.

A mí también me llamó el recepcionista ayer, para pedirme si podían alojar a una sueca en mi habitación y yo le dije, que como la cama era grande, que por mí no había problema, pero mi mujer se ha negao en redondo, no por nada sino porque ella dice que las suecas no entienden bien el español y no se puede hablar con ellas de ningún tema. Pero yo me he enfadao con ella y le he dicho: ¡ah con que te parece bien que se vengan “paca” todos los sirios, pero luego no quieres acoger a una pobre sueca que a lo mejor también esta falta de cariño, pero mi razonamiento no le ha parecido aceptable y me ha mandado directamente a la mierda. Es lo que tiene mi mujer que es muy directa.

Bueno les he contado por encima cuatro detalles de estas vacaciones que no sé cómo terminarán, pero son tantos momentos vividos en estos días, que esta escapada no se me va a olvidar durante mucho tiempo.

¿Quién ha dicho que prefiere la dulce monotonía de las zapatillas, la tele y el sofá de su casa, a esta convivencia en muchedumbre?

¿Quién ha dicho que prefiere su cama, su almohada y la previsible rutina de su telediario y su nevera, cuando puede pasar unos días tan emocionantes e imprevisibles como los que yo estoy pasando.

La verdad, nunca estamos a gusto con nada