'Party boats', bajo tierra
La diarrea legislativa consiste en imponer un exigente aislamiento sonoro a los bares, y en permitir después que un barco repleto de desalmados martirice a toda la población costera de Balears.
Palma de Mallorca
La diarrea legislativa consiste en imponer un exigente aislamiento sonoro a los bares, y en permitir después que un barco repleto de desalmados martirice a toda la población costera de Balears.
Se llaman party boats. No solo dañan a los nativos, en cuyo caso no habría solución. También espantan a los turistas. El Govern presume de que prohibirá estas bacanales ruidosas en espacios protegidos. No basta.
La única regulación civilizada de los party boats consiste en prohibirlos íntegramente en todo el litoral, y en autorizar a la Guardia Civil a que bombardee a las embarcaciones que incumplan la orden de alejamiento.
Si delimitar una zona de exclusión de 30 millas a los party boats y autorizarlos solo en noches de tempestad parece excesivo, también pueden programarse estas simpáticas excursiones etílicas bajo tierra.
Al fin y al cabo, los participantes no se hallan en situación de distinguir si se hallan en el mar o en tierra firme. A duras penas se atreverían a concluir que no han muerto. Si recuerdas un party boat, no estabas allí.
No todas las actividades turísticas deben gozar de patente de corso. Si el Govern necesita convencerse del efecto de los party boats, puede programarlos en el vecindario del domicilio de los consellers.
Y antes de que alguien nos restriegue la excusa todopoderosa de los puestos de trabajo, recurriremos al argumento de la diputada socialista Silvia Cano sobre el cine porno. También crea empleo, pero no es razón suficiente para promocionarlo, aunque sea más sano que las party boats.




