El infinito amor a Mallorca de don Guido
Para resistir las durísimas sesiones de tratamiento a que se sometió en Alemania, se aferraba continuamente a lamidea de volver a Mallorca. La imagen de su casa, o de la playa del Trenc, le ayudaba a soportar el trance.

'La línea roja' de Matías Vallés (30/03/16)
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Palma de Mallorca
No siempre reparamos en las inversiones estratosféricas que hacen muchas personas para vivir en unas islas que nosotros damos por descontadas.
Tomemos por ejemplo a Guido Westerwelle, ministro de Asuntos Exteriores de Angela Merkel en el momento cenital de su carrera política. Un auténtico liberal, pagó dos millones de euros por una casa en Son Vida donde disfrutaba de largas temporadas con su compañero.
La fortuna abonada por Westerwelle estaba destinada a garantizarle un retiro dorado, pero se le adelantó la muerte, con 54 años. Para resistir las durísimas sesiones de tratamiento a que se sometió en Alemania, se aferraba continuamente a lamidea de volver a Mallorca. La imagen de su casa, o de la playa del Trenc, le ayudaba a soportar el trance.
Cuesta señalar que Westerwelle era alemán, porque su amor hacia Mallorca le definía con mayor exactitud que cualquier otra adscripción geográfica.
No solo utilizaba Mallorca para recargar las baterías de su labor diplomática. Promocionaba la isla en todo el mundo, montó en Palma una cumbre de 16 ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea.




