Las playas no son terrazas
La sobreexplotación playera es un vicio empresarial, pero la mitad de la culpa proviene de una sociedad hiperactiva, incapaz de pasar cinco minutos tendida al sol.

'La línea roja' de Matías Vallés (31/03/16)
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Palma de Mallorca
La Semana Santa ha levantado el telón turístico, las playas se visten de largo. Ahí radica el problema, se visten demasiado. Desnudad las playas, debería ser el grito de este año, los bañistas sí llevan el vestuario justo.
Entre chiringuitos, planchas del deporte ridículo de cada verano, velomares, embarcaciones a vela y a motor que ciegan el horizonte, hamacas, sombrillas, zonas reservadas, duchas, perros, vigilantes playeros y servicios auxiliares, la playa no necesita un solo visitante para estar superpoblada.
La sobreexplotación playera es un vicio empresarial, pero la mitad de la culpa proviene de una sociedad hiperactiva, incapaz de pasar cinco minutos tendida al sol.
La costa arenosa exige aislamiento en medio de la multitud. Requiere un coeficiente de incomodidad. En cambio, las playas se han convertido en terrazas, mediante el amontonamiento de toldos y la invasión de comercios hasta el mismo límite de las olas.
Ni las playas son terrazas ni las terrazas son edificios, en contra de la evolución invasiva que sufre Balears. El turismo de sol y playa debería respetar la esencia mínima de su definición, ahora que los hoteleros tienen que ganar tanto dinero que han cambiado el clima, para que la temporada turística dure doce meses al año. Por lo menos.




