
Casa de la vida
Cuando hace un par de años atravesamos la calle Zarco hasta el Olimpia para ver Hotel Marigold no esperaba llenarme tanto como aquella propuesta divertida y descarada de restaurar un hotel en la India sólo para jubilados. No he dejado de darle vueltas a la idea, no tengo la intención, ni de momento la posibilidad, de ser una carga para nadie el día que envejezca y tengo previsto disfrutar de mi vida hasta el último aliento, así que una alternativa así me parece lo más viable. Despertar rodeado de algunos amigos y amigas de siempre, compartir las tareas más livianas: regar las macetas, darle vueltas al perol, restaurar los muebles. Un espacio propio en un lugar compartido. Hace una semana conocí un proyecto similar en nuestra ciudad: Casa de la vida. Ilusionada y decidida lo contaban un grupo de mujeres en las jornadas de participación ciudadana. Quizás la idea de recuperar casas de nuestros barrios históricos y desarrollar en ella proyectos similares sean la solución a esa necesidad nuestra de mantener vivos los patios, no como museos, sino como verdaderos espacios de convivencia porque seguro que esa forma de vida y no solo la estética en la que nos ha llevado a alcanzar la consideración de Patrimonio Inhumano Intangible. Enhorabuena, por tanto, por la iniciativa de mantener la vida detrás de la fachada, pero no os olvidéis de los viejos y de las viejas y de quienes deseamos serlo algún día rodeados de buganvillas y jazmines como a los que sueñan ser fragantes en los carteles Hisae
