No me llames iluso
Ismael Grasa tiene “Una ilusión”, y muchas reflexiones, en su nuevo libro

El escritor oscense vigilado de cerca por un cuadro del maestro Mayayo. / Eva Puyó

Zaragoza
Ismael Grasa (Huesca, 1968) es profesor de Filosofía en un colegio privado laico. También es escritor. En esta faceta ha publicado novelas, libros de relatos, libros de viajes, poemas y un ensayo filosófico, “La flecha en el aire”. Salvo la poesía, todo lo demás figura de algún modo en su último libro, “Una ilusión”. Utilizando su propia vida como materia literaria, Grasa escoge una serie de pasajes que se convierten en relatos, pero que sumados configuran una suerte de novela en la que no faltan la familia, la literatura, el amor, la amistad, el aprendizaje vital o jugosas reflexiones sobre el ser humano.

La portada de “Una ilusión” es obra de José Luis Cano. / Xordica Editorial

La portada de “Una ilusión” es obra de José Luis Cano. / Xordica Editorial
Pasa brevemente por su infancia para entrar en la adolescencia con una frase rotunda al respecto: “Es un periodo de mi vida que, en general, recuerdo con vergüenza”. Una circunstancia marca especialmente esa época de su vida: el haber sido captado por el Opus Dei, organización a la que define como secta, pero de la que escribe sin rencor, solo con ese distanciamiento tan propio del autor en el que deja caer con elegancia frases que conllevan una enorme carga de profundidad. Un pasaje revelador de su filosofía es aquel donde cuenta cómo le invitaron a dejar el Opus. El encargado de señalarle la puerta de salida le pronostica que en ningún sitio al que vaya será del todo feliz. Grasa, en lugar de considerarlo un argumento despreciable y cruel para con un joven de diecinueve años, le da la vuelta y reflexiona: “En cierto sentido, tenía razón (.........) había que ser un hombre: ese no ser feliz nunca del todo en que consiste la felicidad humana, ese poso de tristeza que, sobre el placer de vivir, no cambiaríamos por ninguna otra cosa”.
Después llegará su etapa de estudiante en Madrid, donde convive con escritores y se hace escritor, y el capítulo fundamental de su estancia como profesor en la ciudad china de Xian. Después retornará a Aragón y, tras afincarse en Zaragoza, irán surgiendo espacios, trabajos y personas que han sido capitales en su desarrollo personal y literario, como el periodista Chimi García, los pintores Pepe Cerdá y José Luis Cano o los escritores Félix Romeo y Javier Tomeo, ambos desaparecidos y los dos trascendentales en la vida y en la obra de este narrador maestro de la sutileza, de una contención que sabe ser a la vez transparente y emotiva, que se retrata a sí mismo con un carácter “tendente al ensimismamiento y la abstracción” y utiliza la vida propia para reflexionar sobre la vida en general, para practicar una literatura tan diáfana como precisa y para encontrar la ilusión de vivir, con sencillez y naturalidad, en cualquier instante. Dicho con sus propias palabras, “respecto a la felicidad, me gustaba pensar que, como vienen a decir los poetas, quien ha sido en algún momento feliz, lo es ya para siempre”.




