Valió la pena sufrir

Gijón

Si usted no vio el partido, cualquier idea que le pueda venir a la cabeza sobre cómo se desarrolló el Sporting - Eibar a la vista del marcador final seguramente no tendrá ningún parecido con la realidad. Si cree que los rojiblancos ganaron fácil a un rival que no se jugaba nada, está equivocado. Si cree que el Eibar vino a Gijón de paseo, craso error. Si piensa que el Sporting salió a morder y arrolló a su rival, ningún parecido con la realidad.

Las formas importan, pero lo verdaderamente relevante es el fondo. Y el Sporting, con más o menos apuros y más o menos (más bien menos) brillantez, le ganó al Eibar, que era lo que tenía que hacer. Eso supone un paso enorme para seguir en Primera. Por lo pronto, los goles de Carmona y Jony (¡cuánto va a echar de menos el Sporting a este futbolista) le han servido a los rojiblancos para dormir fuera del descenso y trasladar la presión a sus rivales.

Atenazado por la presión y bien controlado por un rival en el que se aprecia un trabajo táctico y un conocimiento de los rivales mayúsculo, el Sporting se bloqueó. No estuvo fino, cometió muchos errores (sobre todo en la primera parte) y tanto los futbolistas como el público de El Molinón empezaron a agobiarse con el paso de los minutos. Pero a veces la suerte está de cara. Fue una suerte que el primer gol llegara a minuto y medio del descanso, cuando el Sporting más estaba sufriendo. Aunque eso no quita mérito al extraordinario centro de Jony y al fantástico remate de cabeza de Carlos Carmona. La fortuna también radicó en que el portero Riesgo tocó el balón, pero no fue capaz de frenar su trayectoria hasta el fondo de la portería.

El gol cambió el estado de ánimo de equipo y afición. El descanso hubiera sido complicado de haber estado rumiando un empate a cero o algo peor. El Sporting salió mejor en la segunda mitad. Pero el Eibar también jugó y tuvo sus ocasiones. La más clara congeló El Molinón. Sergi Enrich enganchó un disparo desde fuera del área al que respondió Cuéllar con una gran parada y el balón pegó en un palo y se paseó por encima de la línea de gol de un poste al otro sin que nadie la tocara. La suerte, tan esquiva otras veces con el Sporting, estaba de cara este viernes.

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La grada de El Molinón vio que el equipo le necesitaba y apretó más que nunca. Y todos empujaron a Jony en la jugada del segundo gol. El cangués aprovechó una pérdida de balón de luna para poner la quinta y plantarse en el área del Eibar. Pudo optar por asistir a Carlos Castro, que entraba por su izquierda, pero Jony se dio cuenta de que no podía perdonar. Chutó y batió por debajo a Riesgo, desatando en El Molinón cuotas similares de euforia y alivio. Pase lo que pase con su futuro, Jony es digno merecedor de una ovación atronadora en el último partido de esta temporada por parte de la afición de un equipo al que le ha dado tanto durante casi dos años.

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Aún tuvo el tiempo el Eibar de marcar un gol en dudoso fuera de juego, que hubiera apretado las cosas. Pero los astros estaban alineados y el público de El Molinón pudo permitirse incluso el lujo de vivir con cierta tranquilidad los minutos finales.

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No hay nada hecho. El desafío de la permanencia aún es complicado, pero ya está un poco más cerca. Queda una semana para tomar algo de aire y pensar que, si se sufrió ante el Eibar, lo del domingo en Getafe puede ser no apto para cardíacos. Pero los demás están igual. O peor. Y un poco más agobiados después de ver que el Sporting sus deberes ya los ha hecho.