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La fotografía de Sergio Soto

De Europa, la ría y los fangos

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A Coruña

Categorizar las maldades permite que nos sintamos menos miserables. Son los adjetivos los que actúan como agravante o eximente y, en último término, fijan la diferencia entre la maldad por naturaleza y la que puede perdonarse. En el caso de la mentira la gradación es tan amplia que cualquiera puede verse metido en ella por la mañana y denostándola por la tarde. Hay mentiras piadosas, que se aparecen a veces como un pecado necesario, hay mentirosos compulsivos, por los que se siente cierta compasión cuando se acerca el final de su carrera enloquecida. Y después está la clase más genuina de mentira, la que se construye con la dosis justa de verdad para hacerla punzante. Es tan efectiva que puede con cualquier convicción y su mismo creador acaba por creérsela.

Lo cuenta esta semana La Opinión. En 2013 una comisión de eurodiputados visitó la ría de O Burgo para evaluar su estado. A la cabeza de ellos, un francés, miembro del Partido Popular Europeo, Philippe Boulland. Sobre el terreno Boulland coincidió con sus compañeros en apuntar las pésimas condiciones de la ría. Todavía escandalizado, cuando llegó a Bruselas declaró que O Burgo era “una inmundicia”. Pero con el paso del tiempo cayó en la cuenta de que si había podido ver el fango asentado en el fondo a través del agua era precisamente porque el agua estaba limpia, cristalina. El discurso de Boulland comenzó a dulcificarse, buscó matices que redujeran el peso de la crítica, hizo un esfuerzo de optimismo, que es lo que uno hace cuando quiere imaginar una realidad distinta. Después supimos por boca de una de sus colegas de comisión que Boulland había sido sometido a las presiones de políticos españoles. Mientras el francés paseaba junto a la ría estos le aseguraban que lo que veía no era lo que parecía y sus convicciones se derrumbaron.

Había una dosis de verdad en ello. El control de los vertidos ha mejorado en los últimos años, tal y como acaba de apuntar la Comisión Europea. Pero elegir solo ese enfoque, ignorar la impresión inicial que produce el estado de O Burgo, olvidar que, todavía, cada cierto tiempo la cerramos por vertidos, que los mariscadores pasan semanas sin poder faenar, que lleva años con un proyecto de dragado que “a ver si esta vez sí” es ignorar una dosis de verdad mucho más grande. Entretanto la realidad fabrica metáforas. Si lo piensan las actuales negociaciones sobre el tratado de libre comercio entre Europa y EEUU dibujan a la Unión Europea como a la ría de O Burgo, pero al revés. A Boulland llegó a parecerle que si podía ver el fango del fondo era porque el agua se mostraba transparente, limpia. Si en el asunto del tratado no podemos ver el agua es porque el fango nos lo han puesto arriba. Creer en un fondo cristalino empieza a exigir, como le pidieron a Boulland, un ejercicio de optimismo.

 
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