Nos invaden por aire, no por mar
Los 22 mil cruceristas no son ni una centésima parte de los tres millones de pasajeros que tramitará Son Sant Joan durante el mes de mayo. Afortunadamente, la inmensa mayoría regresará a sus países tras las vacaciones de rigor
'La línea roja' de Matías Vallés
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Palma de Mallorca
Hay que ver la facilidad que tenemos para mirar hacia dónde nos señalan. El pasado martes se nos paraba el corazón, porque atracaban en el puerto de Palma ocho cruceros, con 22 mil invasores a bordo.
Hubo mallorquines que no salieron de casa, aterrorizados ante este nuevo récord. Mientras tanto, en un lugar situado a algunos kilómetros de allí y llamado Son Sant Joan, desembarcaban más del doble de los turistas llegado a Palma en barco.
Un crucero es la masificación del romanticismo. Contemplarlo como una invasión demuestra que nuestros genes conservan las imágenes olvidadas del peligro que llegaba inevitablemente por mar. Los temidos piratas, que escándalos como la Policía Local demuestran que no necesitamos importar.
Para calmar a la ciudadanía, el vicepresidente Biel Barceló anuncia esta semana medidas que regulen la llegada de cruceros. Sin embargo, los números deberían tranquilizarnos. Los 22 mil cruceristas no son ni una centésima parte de los tres millones de pasajeros que tramitará Son Sant Joan durante el mes de mayo. Afortunadamente, la inmensa mayoría regresará a sus países tras las vacaciones de rigor.
Nos invaden por aire, no por mar. Sin embargo, los 22 mil cruceristas convertidos en símbolo del agobio demuestran que los visitantes se han hecho demasiado visibles. Es un fallo de logística, porque la esencia del turismo consiste en hacer que los turistas desaparezcan.
