Por qué (no) afiliarse a un partido político

Palencia

De un par de años para acá se han fijado posiciones en las que se categoriza como de viejos o de nuevos a los partidos políticos.

Los nuevos partidos parecen reunir a personas con mucha vocaciónpolítica y fuerte personalidad que se vuelcan en la defensa de sus puntos de vista. Por otro lado, los viejos partidos tratan de aparentar que funcionan sin fisuras o, dicho de otra forma, sin ningún tipo de debate de ideas o de contraste de candidaturas alternativas. Para muestra la pugna de la agrupación provincial del PSOE de Palencia que ya tuvo, y está teniendo, por las listas para las próximas elecciones generales.

En todo caso quien hoy se aproxima a un partido tradicional, posiblemente también a uno nuevo, no suele buscar tanto la participación en términos de hacer oír su voz, sino acercarse a la posibilidad de conseguir un cargo o una carrera en la política.

También es verdad que en el presente cada vez hay más personas que simplemente quieren dar su opinión, especialmente en los partidos nuevos, y que valoran que se les escuche sin necesidad de aspirar a nada más. Ahora bien, ¿es posible compatibilizar los deseos de estas personas con las exigencias de las maquinarias de los partidos políticos?

Ante la cuestión planteada, sólo cabe aspirar a que las formaciones políticas propicien la democracia interna aunque, para ser sinceros, tampoco la ciudadanía española se la hemos exigido como debiéramos a nuestros partidos. Más bien lo contrario, hemos premiado el monolitismo y criticado -cuando no castigado- la falta de unidad.

Pero ahora las cosas están cambiando y muy rápido. Así que, tanto en unos partidos como en otros, aquellos que quieran atraerse el favor de los electores, tienen que articular mecanismos que les permitan aumentar la democracia interna y canalizar la participación de, al menos, sus afiliados y simpatizantes. Y esto no parece ser tarea fácil, a veces por falta de costumbre, experiencia o tradición, y en otras resulta complicado porque choca de frente con los férreos aparatos de sus organizaciones.

Será por eso que cuando me preguntan por qué no me afilio a algún partido me abstengo de responder lo que realmente siento, que no es otra cosa que mi temor a la relación que como militante tendría con mi partido en el supuesto de sentirme ninguneado. Así que, sinceramente, prefiero seguir opinando de quienes dicen defender desde allí sus ideas entre la más absoluta ausencia de democracia interna, y muy especialmente poder criticar a quienes en idénticos escenarios carentes de libertad de expresión dicen respaldar aquellas ideas más parecidas a las mías.