Discursos para la eternidad

Córdoba

La semana pasada escuché, en una conferencia, al profesor de la complutense y autor teatral Ignacio Pajón Leyra hablar sobre la acotación en el teatro. La acotación, esa parte del texto teatral (normalmente entre corchetes o cursiva) que explica, motiva e introduce al lector dramático en otra dimensión de la narrativa durante la acción teatral.

Parece que este recurso cada vez se usa menos en este tipo de texto, lo que implica cierta pérdida de control del discurso generado por el creador de la obra en su representación y la renuncia lectora a una intensidad emocional, narrativa e intelectual que elevó al teatro como una de las formas artísticas más completas. Cómo explicar el teatro sin esa poética o sin ese contenido obtuso del que hablaba Barthes.

Quizás, simplemente, es que nuestra sociedad hoy no necesita acotaciones porque nos hemos vuelto más simples; hemos eliminado esa parte de nuestros discursos que le dan intensidad a nuestros parlamentos. Bien podríamos explicarlo con palabras de Foucault quien distinguió el discurso para la eternidad del simple comentario. Hoy, la mayoría de nosotros, hacemos comentarios vacíos -y no me refiero sólo en las redes-. Quizás hemos perdido, en general, la intensidad necesaria y la valentía para acotar nuestros parlamentos. Es probable que no seamos capaces de hablar como hablaba Buero Vallejo y que la 'Historia de nuestra escalera' sea la de cualquier escalera de un centro comercial: fría, anónima, repetiva y cíclica.