Sociedad
El Estilita, por Abel Peña

Disputa familiar

A Coruña

Hace poco, leí un artículo sobre fotos de maternidad. En una de ellas aparecía una mujer que sostenía a su hijo, lanzándolo al aire que, en realidad, era una exmujer: resulta que se sentía un hombre, así que se había sometido a terapia hormonal y después a una mastectomía para conseguir tener un aspecto vagamente masculino. Luego, de repente, se había dado cuenta de que quería tener un hijo, así que se quedó embarazad@ por fecundación asistida, pero no fue fácil: todo el proceso le hizo sentirse un poco confuso/a sobre su identidad sexual, hasta que llegó a la conclusión de que simplemente era un hombre que había usado su cuerpo de mujer para tener un hijo y convertirse en madre/padre. Algo así como convertir su prisión en una guardería.

No es lo que yo llamaría una familia normal pero, al ver al crío babeando feliz, totalmente inconsciente de que su vida era material en potencia para un culebrón de la tarde, pensé que igual podía funcionar y que crecería hasta convertirse en un adulto funcional. Es igualmente posible que desarrolle una especie de psicosis y se convierta en un asesino en serie que corte cabezas masculinas y femeninas para intercambiar sus cuerpos. Desde luego, a nadie le extrañaría. Lo que sí sería increíble es que un chico con una entorno familiar perfectamente normal matara a sus padres con una katana mientras duermen. Y sin embargo, pasa.

Porque con las familias, nunca se sabe qué funciona y qué no. Por lo menos yo no, pero últimamente se han escuchado muchas voces ofreciendo una opinión muy firme sobre qué debería ser una familia. Un ejemplo muy claro es el dela diputada de la CUP Anna Gabriel, esa mujer con un peinado como el de un clip de Playmóbil, que considera que el modelo de familia futura debería ser parecido al de las tribus africanas, en las que toda la comunidad educa al niño. Para ella,el modelo actual es "conservador" y "pobre" y defiende una crianza "en común", en la que "son hijos tuyos los que has parido tú y el resto".En mi opinión, Gabriel es víctima de una ilusión muy extendida entre la gente más "progre": pensar que cualquier idea o costumbre que provenga de una sociedad que aún usa hogueras como principal fuente de calefacción es innovadora, como si la pobreza en la que viven fuera voluntaria, resultado de una elección personal basada en una profunda espiritualidad y no, simplemente, del hecho de que viven en el Tercer Mundo.

Lo de Gabriel habría podido ser lo más gracioso que había oído sobre el tema en mucho tiempo pero, como una pelota que rebota hacia el otro lado del campo, el testigo lo recogió el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares. En una misa conmemorativa en elinstituto Juan Pablo II de Valencia, el "bien precioso de la familia cristiana" al tiempo que ha lamentado que en los últimos años se ha asistido a "una importante escalada contra la familia por parte de dirigentes políticos, ayudados por otros poderes como el imperio gay y ciertas ideologías feministas". Imperio gay. Me reí durante un buen rato imaginando un ejército homosexual marchando al paso de la oca, convirtiendo el Día del Orgullo Gay en un desfile militar.Pero ahora recuerdo haber visto en una de esas celebraciones tipos que combinaban botas militares y cascos alemanes con boas de plumas, así que quizá Cañizares no ande desencaminado.

En todo caso, aunque la familia sea a menudo una cruz, no tiene que ser necesariamente cristiana y me parece una elección demasiado personal como para convertirla en una empresa colectiva. Tanto Cañizares como Gabriel lo saben: ninguno tiene hijos. Y como me recuerdan a menudo mis parientes, a los amigos los escoges, pero a la familia no.

 
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