Gracias, gracias, gracias.
Carta de María Luisa Ruipérez, viuda de Javier Orive, ex compañero fallecido el 22 de mayo
Foto: Pascu Méndez
Gracias, gracias, gracias.
No puedo decirlo de otra forma. Quizás en negrita, subrayado, gritado o pintado en el cielo llegaría a más gente, en forma de cuña de radio o de spot de televisión, por redes sociales o por whatsapp, gracias.
Supongo que entenderéis los duros momentos por los que estamos pasando los familiares de Javier. El dolor seco que nos ha partido en pequeños trozos y nos tiene descolocados. Por eso mismo es ahora cuando me atrevo a acercarme a todos vosotros, a los que habéis estado ahí, a los que día a día habéis preguntado por él, a los que le echareis de menos.
Para decir solamente gracias. Porque todos y cada uno de los mensajes que nos han llegado nos ha unido un poco más; porque cada uno de los abrazos, besos, llamadas o textos que hemos leído estos días nos ha hecho más grande la figura de Javier. Sabíamos cuanto le queríamos nosotros, pero no cuanta gente y cómo le queríais.
No querría nombrar a nadie para evitar lo injusto del olvido, pero es obligatorio agradecer al equipo médico que le trató por el cariño y el esfuerzo invertido. A mi familia, padres y hermanos, que fueron los suyos; a mis amigas Ana, Patricia, María y Pilar que no me han dejado a solas ni un minuto. También a los amigos de mis hijos Javier y Miguel que han llenado de cariño y sonrisas el momento más duro de sus vidas. Y cómo no, a todos los amigos de Javier que desde Vitoria, Madrid o su querida Mallorca han soñado con un milagro que no ha sido posible.
Qué decir a sus chicos (Perico, Vera, Rafita, Jaén, Breis) incondicionales en las buenas pero también en estas. Como también a Alejandro Gómez y José Miguel Garrido, el trocito de su querida Madrid aquí. A todos lo clubes, instituciones, entidades o simplemente oyentes que mostraron su cariño y su pesar por esta irreparable pérdida. Y a los últimos en aprender de él, Rubén, Sergio, Germán, esos últimos programas sin él son su mejor legado.
Me dice, quien lo ha pasado, que el dolor de la pérdida no desaparece nunca pero que se convierte en sonrisas, en recuerdos solo buenos… Lo que sí tengo claro es que el cariño demostrado estos días para conmigo y mi familia no lo podré olvidar fácilmente y será un estímulo para seguir recordando a Javier como él era.
De nuevo, gracias.
María Luisa Ruipérez
