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CALLEJEANDO

El barrio que nunca debió estar allí

El modesto barrio de Cantarranas conoció su esplendor durante el primer cuarto del pasado siglos, pero su ocaso sobrevino pronto, provocado en gran parte por su mala planificación

Callejeando (15/06/2016)

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Valencia

 En la segunda mitad del siglo XIX la ciudad de Valencia sufrió un gran incremento demográfico, se anexionó los poblados que la circundaban y dio cobijo a los primeros inmigrantes.  Barrios de casas baratas para obreros empezaron a salpicar la huerta y alrededor de las nuevas infraestructuras se polarizaban nuevos asentamientos. La estación ferroviaria del Grao y el nuevo puerto supusieron un gran foco de atracción que transformó por completo la fachada marítima de la ciudad, lo que produjo la expansión de los asentamientos históricos y dio lugar a nuevas colonizaciones, alguna de ellas en zonas poco propicias, como la que se fue consolidando a orillas del río Turia, en su margen izquierda y muy cerca de la desembocadura, conocida como Cantarranas.  

El modesto barrio de Cantarranas conoció su esplendor durante el primer cuarto del pasado siglo, cuando llegó a estar formado por más de un centenar de viviendas, pero su ocaso sobrevino pronto, provocado en gran parte por su mala planificación. Hoy, un cuartel de la Guardia Civil es la única referencia de un barrio que nunca debió estar allí, pero que en su corta vida nos legó una anécdota sin igual en la historia de nuestro nomenclátor urbano.  

  LA TOPONIMIA QUE ALUMBRÓ CANTARRANAS

Pero no todo fueron malas noticias en Cantarranas. Entre catástrofe y catástrofe, el barrio vivió una época de esplendor en las primeras décadas del siglo XX, que dio lugar a la creación de un  poblado densamente habitado, formado por manzanas de casas alargadas y paralelas entre sí y al vecino puente de Astilleros, que formaron una retícula similar a la del Cabanyal y Canyamelar.

El barrio, ya consolidado y en plena expansión, demandaba, entre otras cosas, la rotulación de sus calles. Y ante la pasividad del Ayuntamiento, decidió rotular por su cuenta las calles que lo conformaban, que ya llegaban a la decena. Le remitió una misiva al alcalde y le invitó a la inauguración de las placas.  Así fue como este humilde barrio, ya desaparecido, dio nombre a sus calles.

Lee el artículo completo en: http://valentinatopofilia.wordpress.com/

 
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