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Eduardo Noguera: 54 años acudiendo a Mestalla como socio

Desde 1962, no se pierde un partido y ha vivido la evolución del estadio, disfrutando de leyendas como Kempes. ¿Qué ocurrirá cuando se junte con otro aficionado para sumar 124 años de historia valencianista? Aquí se lo ofrecemos

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“Siempre he sido seguidor del Valencia aunque también fui granota porque el hermano de mi suegro era Sorní, histórico jugador del Levante. Íbamos a verle al campo de Vallejo, ubicado a un costado del cauce del Río Túria, al lado de la estacioneta del trenet que llegaba desde Llíria, nada más cruzar el Pont de Fusta. Estuve yendo un domingo a Mestalla y otro a Vallejo durante varios años. Al final me decanté por el Valencia porque cuando se mudaron a Orriols estaba mal comunicado, teníamos que ir por varias sendas”, explica Eduardo Noguera (Valencia, 1934).

Eduardo, abonado número 78 del club de Mestalla, lleva 54 años renovando su pase. Más de medio siglo en el que nunca se ha cuestionado su amor por el Valencia y en los que nunca ha fallado para animar a su equipo. Ahora, a los 82 años, su salud no le permite desplazarse hasta la Avenida Suecia como solía hacer cada domingo pero desde el televisor de su casa, sigue sin perderse un solo encuentro.

“Cuando tenía el pase al descubierto, iba siempre aunque lloviera, hiciera frío o calor aunque si empezaba a diluviar, me metía en un vomitorio para cubrirme. La noche del 20 de octubre de 1982 cayó una tormenta enorme en la ciudad. Yo estaba en el campo ese día y se produjo la famosa pantanada de Tous. No fue hasta la mañana siguiente cuando nos enteramos, gracias a los periódicos, de la catástrofe que había ocurrido”, añade el octogenario valencianista.

Resulta complicado entender esta fidelidad ciega que ha demostrado Noguera por este club pero para intentar comprenderla, hay que remontarse a los orígenes de su pasión por el Valencia. “Me hice socio del Valencia casi por casualidad porque mi padre nunca me llevó al Estadio, estaba muy ocupado trabajando en la huerta y no tenía tiempo. Unos amigos que vivían cerca de nuestra tienda nos animaron para que nos hiciéramos socios”, afirma. Según los registros del club, el alta más antigua de Eduardo se remonta al año 1962 aunque él está seguro de que era socio desde mucho antes pero que, por alguna razón, esos datos se han perdido.

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De aquella época no guarda ningún pase aunque recientemente recibió un regalo que le hizo retrotraerse en el tiempo: “Al lado de la Lonja teníamos un negocio de semillas y había un vecino llamado Enrique Girona con el que siempre iba al fútbol. Un día, cuando ya había fallecido este hombre, sus hijos me dieron una foto del abono de su padre de la temporada 1934/1935. Me hizo mucha ilusión porque guardaba una buena relación con él”. Por aquel entonces, los abonos eran de papel y cada partido, los operarios del Valencia hacían un agujero en la entrada con una troqueladora manual para controlar la asistencia.

Han pasado más de ocho décadas desde que se emitiera ese documento que ya forma parte de la historia del club, al igual que algún día también se convertirán en reliquias los abonos que cada temporada este aficionado ha renovado personalmente en las oficinas del club. “He conocido todas las sedes, que han ido cambiando de lugar. Primero íbamos a la calle Félix Pizcueta, después a la Avenida Reino de Valencia y ahora en Mestalla. Los primeros años te daban unos cupones que pagabas mensualmente pero después ya cambiaron a los anuales, yo prefería pagarlo todo el mismo día y a cambio te ofrecían alguna ventaja o descuento en partidos de la Copa de Ferias, creo”.

Jugadores históricos

Hablar de aquellos maravillosos años sobre su juventud le hizo recordar a Eduardo a los mejores jugadores que han vestido la elástica en Mestalla. “El portero Eizaguirre, Manolo Botubot, el defensa Quincoces, Puchades, Pasieguito y la llamada delantera eléctrica formada por Gorostiza, Epi, Mundo, Asensi y Amadeo. ¡Qué equipazo teníamos! Era otro estilo de fútbol, se jugaba con cinco atacantes y el juego recaía en las bandas principalmente. Ahora, es distinto, más de toque, los defensas atacan y suben los carrileros”, cuenta con cierta indignación, como quien se resiste a aceptar la realidad y añora una de las mejores etapas del Valencia.

Eduardo Noguera - Vicente Guillot

01:18

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“Sin embargo, yo disfruté más con la famosa tripleta Guillot, Waldo y Ansola. Me gustaba mucho cuando jugaban ellos tres, nos regalaron momentos y goles preciosos en Mestalla”, recuerda con emoción Eduardo, quien además tuvo la suerte de conocer a uno de sus ídolos, antes de que triunfara como jugador profesional.

“Al único futbolista que conocí personalmente fue a Vicente Guillot. Él era amigo de mi hermano en los Salesianos de Ruzafa donde jugaron juntos a fútbol y alguna vez pude estar con él”. Años más tarde, el futbolista destacó por encima del resto de alumnos de aquel colegio y pronto se convertiría en un referente del club que movilizaba a las masas, aunque no siempre con el resultado esperado.

Un fin de semana nos fuimos a Madrid en el coche de mi hermano, un Renault Dauphine, para ver al Valencia en el Bernabéu. Allí vi lo que ocurría con los árbitros, siempre favoreciendo al Real Madrid y desde entonces, no he querido volver. Esa ha sido la única vez que he salido de la ciudad para ver al Valencia”, reconoce Noguera haciendo alusión a la histórica rivalidad con el conjunto merengue.

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Repasando nombres de jugadores e intentando hacer un esfuerzo por recordarlos todos, hay uno que no podía obviar Eduardo y que provoca que una sonrisa de oreja a oreja brotara espontáneamente. “Esos tres futbolistas (Guillot, Waldo y Ansola) nos dieron buenos momentos pero al que considero el mejor jugador de la historia del club es a Kempes. Con él daba gusto ir al campo, pese a que el primer año que estuvo aquí, estuvimos a punto de venderlo porque no rindió bien. Verle jugar era una maravilla”

Presidentes y propietarios

Los presidentes que han asumido el timón del barco valencianista también pasaron la revisión de este aficionado que reconoce que nunca se ha interesado especialmente por “esos temas de política y de los despachos” porque a él lo único que le gusta es ver al equipo en el campo dejándose la piel por su escudo.

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“Si tuviera que quedarme con algún presidente, destacaría a Luis Casanova. Con él llegaron títulos como las tres copas del Generalísimo y algún Campeonato de Liga. Fue muy importante para el club, de ahí que pusieran su nombre al estadio antes de que se volviera a llamar Mestalla”, destaca Eduardo quien pudo vivir parte de la presidencia de Casanova que se prolongó hasta 1959.

“De los más recientes, destacaría a Paco Roig. Recuerdo que en su momento compré tres acciones para favorecerme del descuento que ofrecían en el pase pero luego vendí dos. Hice eso porque pretendía sacarme el abono del año siguiente con ese dinero pero finalmente, tuve que comprar 10 más para llegar al mínimo que exigían para disfrutar del descuento”, describe Noguera un proceso que coincidió con la ampliación de capital que Roig convocó en marzo de 1996.

El chequeo médico termina pasándole consulta a Peter Lim, el máximo accionista que aterrizó en Mestalla en octubre de 2014 tras adquirir el 70% del club. Prácticamente dos años después de la venta, Eduardo se mantiene firme en su decisión de vivir al margen de los asuntos burocráticos y económicos del Valencia pero aun así mantiene una idea clara: "El club estaría mejor en propiedad de inversores valencianos".

Momentos históricos

A la memoria de este valencianista también vienen flashes con los mejores momentos que él recuerda de su equipo del alma. Míticas noches en Mestalla, títulos históricos, situaciones deportivas comprometidas y fotografías que pasarán a la posteridad.

El mal sabor de boca que dejó el descenso en 1986 no minó la moral de un seguidor con convicción y compromiso con su equipo. “No he fallado nunca durante más de 50 años, ni siquiera cuando bajamos a Segunda División en 1986. Creo que hubo bajas porque la temporada anterior también estuvimos a punto de descender. Era una lata pero no perdí la ilusión”.

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Pese a que los primeros recuerdos evocan a una época convulsa en el ámbito deportivo, Eduardo no quiere dejar escapar de sus recuerdos lo que ha significado el cenit del Valencia. “He vivido todos los títulos del Valencia: el primer campeonato de Liga, las cuatro Copas del Generalísimo, las Copas de Ferias que después pasó a llamarse Copa de la UEFA... La final que recuerdo es la de la Copa de 1954, en Chamartín frente al Barcelona. Después de ganar 3-0, el portero Quique Martín se subió al larguero de la portería. Esa imagen salió en todos los periódicos y se hizo famosa”.

Todas esas copas quizás sean, en parte, las culpables de que Eduardo siga enamorado de su Valencia aunque como en toda relación amorosa, siempre existen rencillas. En este caso, solo una y con nombre y apellido: Champions League. “El único trofeo que no he visto ganar al Valencia es el de la Champions y tampoco sé si lo veré alguna vez. Las finales de París y Milán que perdimos dos años consecutivos fueron muy dolorosas”.

La metamorfosis de Mestalla

Eduardo - Acequia Mestalla

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El templo, el fortín, el mausoleo… Ese monumento del fútbol ubicado en la Avenida Suecia que hoy luce orgulloso el rostro de míticos jugadores como Kempes, Cañizares o Albelda, no siempre ha mantenido esa apariencia ni por dentro ni por fuera.

“Dentro del campo, situadas a ras del césped y paralelamente a la banda, había unas sillas de enea que luego las quitaron, imagino que por motivos de seguridad porque a veces los jugadores tropezaban”, bromea entre risas Eduardo. “También vi cómo construyeron el último anfiteatro en el año 1955, ampliaron la Tribuna y la techaron. Unos años más tarde, en 1959, inauguraron el alumbrado eléctrico del Estadio para poder jugar partidos nocturnos”, apostilla.

Construcción de Mestalla / Cadena SER

Pero mientras la estructura ósea del estadio fue evolucionando hasta equipararse con la de los mejores campos de Europa, a su alrededor la imagen era más desoladora. “En esa época era todo campo. En la Avenida Aragón no había ningún edificio, solo estaba el huerto San Valero y pasaba la acequia de Mestalla que se prolongaba hasta la Avenida Francia. Allí tenían mis padres cultivos y utilizábamos la acequia para regarlos”, un vínculo más que desde pequeño ya unía de manera inconsciente a su familia con el Valencia.

La evolución del fútbol

Noguera - Evolución del fútbol

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Más de 50 años de experiencia futbolística le da una licencia más que legítima a Eduardo para valorar cómo ha cambiado este deporte a lo largo de los años: de las piedras, a la moqueta del césped. “Cuando yo era joven, el balón era de cuero y no teníamos botas, sino que jugábamos con zapatillas de esparto, en campos de tierra. Ahora se tiran por la hierba y resbalan sin hacerse daño pero en ese tiempo, a la más mínima te hacías un corte con una piedra. Cuando tenía 15 años, participaba en una liguilla. Había un chico aquí en Valencia que se preocupaba de organizar partidos e íbamos jugando de barrio en barrio, especialmente en Nazaret”, narra.

Agencia EFE

Después de dejarse la piel en aquellos terrenos de juego, Eduardo iba a Mestalla para ver a los jugadores hacer lo propio defiendo los colores. “Los días que jugaba al Valencia, terminábamos rápidamente la faena. Yo cerraba la tienda en la plaza de la Compañía, detrás de La Lonja, e íbamos andando por la Calle de la Paz hasta el puente de la Peineta. He hecho ese recorrido miles de veces, sobre todo por las tardes cuando se jugaban a las ocho y media los encuentros de la Copa de Ferias”.

De aquellos paseos vespertinos y encuentros europeos apenas guarda recuerdos pero lo que no se le escapa es la imagen de los futbolistas que sudaban la camiseta hasta el minuto 90, un compromiso que echa en falta en algunos jugadores de la actualidad. "¿Para qué queremos traer a gente de fuera pudiendo darle la oportunidad a valencianos y españoles que pueden hacerlo igual o mejor? Por lo menos, los de aquí se romperían más la crisma por el club”, se pregunta.

Eduardo también ha percibido un factor que se ha repetido a lo largo de los últimos años y que no termina de entender. Él lo ve fácil. “Antes había más jugadores nacionales que ahora. Se fomentaba más la cantera, llegaban más al primer equipo. Mañonet y Fuertes eran un buen ejemplo de ello. Pero ahora, fichan a jugadores extranjeros y cuando destacan un poco, se los llevan a otro club. Si no se mantienen los futbolistas buenos más de un año y hay que traer siempre a nuevos jugadores con los que rehacer el equipo, no da tiempo a conformar un bloque”, explica Noguera tras hablar de futbolistas como Villa, Silva, Mata o Jordi Alba, a los que no pudieron “retener para seguir progresando”.

Una herencia familiar

El sentimiento valencianista bien podría estar convirtiéndose en un legado familiar. “Mi hijo empezó a venir a Mestalla conmigo con unos parientes cercanos cuando era muy pequeño y después se fue con unos amigos a otro lado pero finalmente ha vuelto a mi lado en anfiteatro. Me costó un poco que se hiciera del Valencia porque al principio le gustaba más Las Palmas pero ahora no cambia al Valencia por nada en el mundo”, añade.

Pero la afición por este club pasa de padres a hijos y continúa porque ahora ya estamos hablando de la tercera generación. “Por mi edad, ya no puedo ir al estadio pero lo veo en la televisión. Me cuesta subir hasta nuestro asiento y me fatigo rápidamente pero para no perder el pase, va mi nieto de 11 años mi lugar. Él sí que disfruta y anima con su bufanda y su camiseta, se deja la garganta cantando”, concluye

124 años de amor por el Valencia

Cadena SER

Manuel Martí, socio abonado que ha renovado 70 años su pase ininterrumpidamente, conoció a Eduardo Noguera en los estudios de la Cadena SER el pasado fin de semana. Como si de dos viejos amigos se trataran, en cuestión de segundos los recuerdos brotaron y dieron lugar a un intenso encuentro de pasado valencianista.

Se juntaban por primera vez más de un siglo de historia ché… o no. Durante su infancia, Manuel pasaba para ir a casa por la puerta de la tienda de semillas donde trabajaba Eduardo por lo que es muy probable que hace 75 años aproximadamente estos dos hombres ya se conocieran, bien por haber intercambiado alguna palabra o por haberse visto en aquel emplazamiento. Después de siete décadas, el caprichoso destino ha provocado que en 2016 haya surgido una nueva y auténtica amistad con impronta VCF, aunque no siempre fuera así.

Conversación - Eduardo Noguera y Manuel Martí

16:30

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Manuel: “Yo hice colas durante horas para ver partidos muy importantes del Valencia, cuando jugaban a las cuatro menos cuarto de la tarde. Mi madre me ponía un bocadillo para comer y allí me los comía, con todo el calor y el sol pegando en Mestalla”.

Eduardo: “Yo vivía en la Avenida Francia, en la huerta, y cuando hacían esos partidos teníamos que comer rápidamente y muy pronto para irnos corriendo a ver al Valencia”.

Manuel: “Yo vivía en el barrio del Carmen. Con siete u ocho años comencé a ir al Campo del Levante. Cuando terminó esa temporada, mi madre discutió con mi padre porque me había llevado a Vallejo así que mi madre tomó la decisión de no volver más al fútbol pero a cambio, me sacaron un pase de abonado del Valencia. Todos los meses tenía que ir a renovarlo a la Avenida José Antonio, que me costaba ocho pesetas, aunque he perdido muchos porque al final no te acuerdas de guardarlos”.

Eduardo: “Sí, yo en lugar de ir cada mes iba una vez y lo pagaba todo de golpe. ¿Tú te acuerdas a donde cambiaron las oficinas después?"

Manuel: "Luego cambiaron las oficinas enfrente de la Avenida José Antonio pero más tarde ya no lo recuerdo, porque la memoria me falla".

Eduardo: "Yo me acuerdo de aquel portero que se colgaba del larguero…"

Manuel: "Sí, Quique".

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Eduardo: "… De Quique, de Quincoces: el tío y el sobrino, que tenían una tienda en Cirilo Amorós de materiales de construcción, de Guillot, Waldo y Ansola".

Manuel: “Yo tuve de vecinos a los hermanos Mir. Mir I y Mir II, este último es el que jugaba en el Valencia. Ellos eran del barrio del Carmen, tenían la tienda de ultramarinos más grande de la zona, con una lechería. Yo iba allí y hacíamos bromas. En aquel momento el barrio era como si fuera un pueblo, todos nos conocíamos. Me decían que el Valencia iba a perder y que Mir II bromeaba con que se iba a meter un gol en su propia portería. Yo me enfadaba y me iba rabiando a casa. Le decía a mi madre lo que me había dicho Paquito, el que jugaba en el Valencia, y ella me decía que no le hiciera caso”.

Eduardo: También vivía por allí Vidagany, en la calle San Ramón y después se mudó a otra finca más moderna. Guillot jugaba en Salesianos con mi hermano y después se fue ya al Valencia. Un día nos fuimos a Madrid a verlo, que jugaba también Mañó y Fuertes.

Manuel: Yo he viajado mucho con el Valencia, estuve en la final de Milán contra el Bayern y la anterior en París contra el Madrid. Yo me senté en el metro para llegar desde el hotel hasta el estadio y delante de mí había sentado un hombre muy mayor que era directivo del Real Madrid, que no recuerdo ahora. En fin, estas son las batallitas de los abuelos”.

Eduardo: "¿Te acuerdas de la tripleta Waldo, Guillot, Ansola? Qué gols més bonicos colaven. ¿Y los goles de Seguí de córner, que los metía directos? El portero nuestro creo que era Eizaguirre".

Eduardo: "Madre mía, todos esos jugadores y los años que han pasado. Yo seguí allí, no me borré ni cuando bajó a Segunda".

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Manuel: "Yo tampoco, ni mis hijos tampoco".

Eduardo: "A mí me escribieron una carta hace ya unos años de que había cumplido 50 años de aficionado y que me iban a avisar para hacer algún homenaje en la Ciudad de la Artes".

Manuel: "Algo tienen que hacer porque a mí me han llamado hace poco. Yo creo que debe ser algo que estos periodistas han movido. Han dicho algo en el micrófono, que el Valencia no tiene más remedio que llamarme. A mí me ha llamado una señorita avisándome de que quieren hacer algún acto, que ya me avisarán unos compañeros”.

Eduardo: “Yo fui muchos años al sector 15 y 18 pero cuando hicieron el anfiteatro me cambié allí en 1962”.

Manuel: "Eso nos ocurrió a casi todos, han empezado a contar a partir de esos años".

Eduardo: "Yo ya iba en el año 1956".

Manuel: "Claro, yo también. He llegado a saltar la valla del campo y ver al Valencia desde unas brozas. Eso fue en un partido contra el Athletic, que jugaba Mundo, Asensi…"

Eduardo: "Y Amadeo, Pío Álvaro, Juan Ramón, Iturraspe, Gorostiza… Me acuerdo de tantos…"

Entre esos nombres de antiguos jugadores de fútbol, partidos históricos y anécdotas insólitas, se difuminan los recuerdos de estos más de 120 años de afición por el Valencia. Un encuentro entre dos valencianistas de corazón que seguirán recordando y viviendo más trocitos de este club, un club del ya formarán parte el resto de su vida.

 
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