¡Apaga y vámonos! con Romualdo López
Romualdo López reflexiona sobre lo fácil que nos resulta escapar del sufrimiento ajeno

París. / Romualdo López

Murcia
Lo malo son los otros.
Llevo toda la semana cuidando de mi sobrina, una niña de cuatro años bastante avispada que, además de querer bañarse en la piscina sin manguitos a toda costa, también tiene otras fijaciones como la de ver las películas que le gustan varias veces. Supongo que esto es habitual en los niños, también el hecho de sobrellevar con dificultad las frustraciones cotidianas. Mientras estaba preparando este artículo, ella estaba jugando con un globo y al intentar conseguir una forma especialmente complicada con el mismo se le ha explotado. Llanto al canto, el enésimo de la semana, y después de la catarsis vuelta a empezar.
Seguimos entonces con nuestro peculiar festival doméstico de cine de animación de los últimos días. Ponemos Zootrópolis por quinta vez, que ha sido la ganadora del premio del público, compuesto básicamente por mi sobrina y yo. Se trata de una película muy entretenida y rica en detalles, que habla bastante de las diferencias sociales y la gestión de las mismas. Todo dentro de una ciudad de animales parlantes en la que estos se han aburguesado y tienen anhelos e ilusiones, pero mantienen diversos instintos que les hacen chocar y un miedo a lo diferente que genera rechazo entre colectivos. Está el de los animales pequeños, los grandes, los depredadores, los destinados a la vida rural o los más urbanitas. Mientras mi sobrina disfruta de su inocencia yo analizo en el sillón, deseando que esa moraleja de tolerancia y superación colectiva que lleva implícito el argumento se instale de alguna manera en su tierna cabecita.
Los adultos parecemos haber olvidado esto de superar la frustración y las diferencias sociales con sentido común. Lo de tender la mano quizá lo practicamos con nuestros más cercanos, y a veces ni eso, pero en cuanto salimos de nuestro perímetro de confort nos resulta fácilmente ajeno el sufrimiento del otro. Eso coloca una nube negra sobre el cacareado concepto de aldea global. Una vez más nos encontramos ensimismados en nuestro individualismo dentro de nuestra cabina de control repleta de artilugios para comunicarnos que acaban sirviendo para exhibirnos, para llevar la razón y practicar el cinismo en cuanto nos vemos acorralados.

PJ Harvey. / Romualdo López

PJ Harvey. / Romualdo López
Todo lo malo le pertenece a otros. Si asesinan a decenas de personas en un club gay de Orlando se trata de un incontrolable loco aislado, que perdió la cabeza por esa religión intolerante que atormenta a otros. Miedo a lo diferente se llama. También pertenece a otros el problema de los refugiados. Mira, aquí también metemos religión en nuestra macedonia de conceptos. Seguramente los que huyen de su país sean también musulmanes radicales, víctimas de un monstruo que ellos mismos han creado, por supuesto harapientos y de piel oscura, incultos y subdesarrollados. Nuestros representantes echan el candado para que no se les cuelen indeseables mientras lloramos la marcha de Inglaterra, uno de nuestros miembros más ricos. ¿Acaso no hay mucho de miedo a lo diferente también en el asunto del Brexit? El grado de xenofobia de cada uno a la hora de votar no me corresponde a mí valorarlo, pero se trata de un fantasma que sobrevuela vigilante. Diferencia también tras los resultados del referendum: los jóvenes contra los viejos, los formados urbanitas contra los incultos campestres. Y ahora, de nuevo, Estados Unidos y sus problemas raciales no superados. Un país inmenso, e inmerso en un círculo vicioso de discriminación, cuyo barniz desarrollado empieza a desconcharse en exceso, máxime cuando un tipo como Donald Trump está llegando tan lejos en la carrera por la Casa Blanca.
Desemboco ya en la música para terminar. No desestimemos nuestro grano de arena por grande que parezca el problema. La artista inglesa PJ Harvey aporta el suyo con su último disco, ‘The Hope Six Demolition Project‘, compuesto a base de contrastes sociales observados tras sus viajes al Kósovo o Afganistán para un proyecto audiovisual y poético. El recorrido desembocó en Washington DC, de donde extrajo el nombre del disco, referido a un programa de demolición de edificios de una zona deprimida para mejorar sus condiciones de vida, con el matiz de que las nuevas viviendas construidas eran económicamente inaccesibles para la gente del barrio. Una historia más. Cotidiana, demasiado, que nuestro cinismo nos ayudará a olvidar, pero que queda reflejada en esta canción ‘The Community Of Hope’. Emocionante disco, el último de PJ Harvey.
Romualdo López

Paco Sánchez García
Procedente de la emisora de su pueblo (Bullas), desde 2004 forma parte de la SER, siendo su primer destino...




