Un yacimiento de Cuenca confirma la teoría de los templos de la Edad del Hierro
Las excavaciones del municipio alcarreño de Valle del Altomira, sacan a la luz un edificio singular asociado a la religión ibérica, tallado en la roca y en perfecto estado de conservación
Cuenca
Los trabajos arqueológicos en el yacimiento de la Cava, en Garcinarro, dentro del término municipal de Valle de Atormira, sacan a la luz un edificio singular de la Edad del Hierro. Los expertos aseguran que se trata de un santuario asociado a la cultura ibérica. Al estar tallado en la roca se conservan en buen estado tres estancias rectangulares, paralelas y orientadas a poniente. Su descubrimiento confirma las hipótesis con las que han trabajado los arqueólogos hasta ahora.
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Reportaje sobre el yacimiento arqueológico de Valle de Altomira (Cuenca)
10:27
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Estamos en Valle de Altomira, en concreto en el pueblo de Garcinarro, subidos a una loma que ha sido un asentamiento humano desde hace más de cuatro mil años. “La gente del pueblo llamaba a este lugar el Corral de los Moros, el Castillejo o la Cava”, explica Antonio Fernández, el alcalde de Valle de Altomira con quien visitamos los trabajos arqueológicos que se suceden en el yacimiento. “Este lugar servía para encerrar ovejas y en la parte de arriba del cerro había como habitaciones pero se veía solo la parte de arriba”.
El lugar se encuentra a escasos dos kilómetros del casco urbano de Garcinarro y en él había indicios de restos importantes como se reflejó en la carta arqueológica, aunque la agricultura y la ganadería han hecho uso de estos parajes desde que se recuerda en el municipio.
A través de la historia
En 2014 se realizó la primera excavación arqueológica en la Cava, trabajos que continuaron en 2015 y en 2016 con un taller de empleo de varios meses en el que se forman ocho alumnos. Los restos más antiguos están datados en la Edad del Bronce, hace 4.000 años. “En esa época, en toda la península ibérica, había pequeños clanes que vivían en cerros destacados en altura”, explica Miguel Ángel Valero, el arqueólogo que dirige las excavaciones. “Es el origen de las sociedades complejas donde ya hay un jefe que decide que tiene que haber un elemento circundante, una muralla. Es el primero que ya manda. Es cuando arrancan lo que conocemos como sociedades complejas”.
Mil quinientos años después, aproximadamente en el 450 antes de Cristo, en plena Edad del Hierro, la cultura íbera ocupaba el centro y el levante de la península. “En el 400 a. C. hay una reutilización del espacio de la Cava con un poblado de casi doce hectáreas, es decir, un ‘oppidum’, una ciudad amurallada de época ibérica ocupa el espacio. La acrópolis, la zona más alta, se destina a las clases dirigentes, las elites, en la cual instalan tanto su vivienda como el edificio singular vinculado a la religión, el posible santuario de estructura tripartita, muy característico de la cultura ibérica”.
Aquí el arqueólogo destaca ya la importancia de uno de los elementos descubiertos en el yacimiento: un edificio singular de carácter religioso de tres estancias que tuvo gran importancia en la cultura íbera pero que recibió otros usos con la llegada, siglos después, de los visigodos. “Dos de las tres estancias fueron utilizadas como posibles eremitorios”, explica Valero. “La suerte que tuvimos es que no vaciaron el edificio, que lo volvieron a techar y lo reutilizaron como esas estructuras características que vemos en la Alcarria que son cuevas de cierta profundidad y lo adecuarían poniendo una techumbre de material perecedero. Y otra de las salas fue reutilizada posteriormente, en la Edad Media, seguramente como aprisco o cobijo para agricultores o pastores del entorno”.
De hecho, en las cercanías de la acrópolis de la Cava se localizan dos eremitorios de grandes dimensiones excavados en la roca y con huellas visigodas en forma de cruces.
El edificio singular
El edificio singular de la Cava es un santuario que reúne las características de estas construcciones íberas: tres salas rectangulares paralelas orientadas de este a oeste y con la apertura hacia poniente. “Lo que tenemos es el ejemplo plasmado de lo que en otros sitios tenemos la hipótesis”, confirma el arqueólogo. “Los edificios singulares, en esta época, son tripartitos, elementos divididos en tres estructuras rectangulares que tenían determinada orientación buscando la puesta de sol”.
La diferencia de este santuario íbero con los restos de otros similares localizados en la península es que aquí se conserva el edificio completo, solo falta la techumbre. ¿Por qué se ha conservado así hasta nuestros días? Muy sencillo. Está excavado en una roca arenisca lo que ha permitido su pervivencia a pesar del paso del tiempo, incluso aguantó un terremoto que, en algún momento aún indeterminado de la historia, aunque los expertos apuntan al cambio de era, rompió en tres partes la roca en la que está excavado. Aún hoy podemos ver dos grandes grietas que cortan de arriba abajo las paredes del templo. Un templo de casi cuatro metros de alto desde el suelo hasta las marcas en las que se asentaban las vigas de maderas de la techumbre. “Con la excavación hemos podido alcanzar una cota de hasta 3’80 metros de alto en algunos sitios”, relata Valero. “Esto nos ha permitido conservar incluso las huellas de donde irían las vigas de madera del techo. Estamos en disposición de reconstruir al cien por cien, por primera vez en la historia, un edificio singular vinculado a la religión ibérica”.
Este descubrimiento de Garcinarro confirma lo que, hasta el momento, eran hipótesis sobre cómo serían estos santuarios. “Ha despertado el interés de los ‘iberistas’ que se dedican a la religión porque, evidentemente, pensamos que vamos a cerrar una etapa oscura que eran muchas hipótesis y pocos resultados. Aquí tenemos el resultado”.
"El edificio conserva en su interior varias piletas de las que estamos analizando su contenido, las paredes están completamente retalladas para depositar las urnas votivas, algo que se repite en las tres estancias”, relata el arqueólogo.
En busca del ocaso
Una de las particularidades del templo, orientado a poniente, es que el punto del ocaso de hace 2.500 años se correspondía con la puerta del edificio. “Una puesta de sol que no es la misma en 2016 que la que había en el 400 o el 350 a. C. porque ha variado cuatro grados. Esa variación aparece cuando hacemos el estudio de la puesta de sol aquí y que nos permite comprobar que en el dintel de la puerta habría un agujero por donde pasaría la luz del sol hasta la hornacina del fondo de la estancia”.
Otro misterio
El yacimiento de la Cava esconde aún muchos misterios. En la actualidad solo se ha excavado un dos por ciento de lo que pudo llegar a ser el poblado íbero. En el lado sur de la acrópolis hay dos corredores de 70 metros de largo, cuatro de ancho y cinco de alto excavados a pico en la roca. “Esperamos que un futuro estudio nos aporte datos sobre su funcionalidad y sobre para qué lo reutilizaron porque no entendemos un esfuerzo tan grande para hacer esta ‘megaestructura’ sino tiene un sentido simbólico, político o por lo menos singular”.
Esta construcción y el misterio que la rodea también han levantado el interés de los expertos. “El director del yacimiento de Tiermes, que está también excavado en la roca, quiere venir aquí porque esta construcción tiene que tener un significado que, ahora, se nos escapa”.
De momento, hasta diciembre de 2016 se desarrolla un taller de empleo promovido por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, con ocho alumnos de la comarca que trabaja en la excavación de nuevas zonas del yacimiento.
Interés turístico
El descubrimiento del edificio singular íbero empieza a despertar también el interés turístico como reconoce el alcalde de Valle de Altomira. “Esto promete”, dice Antonio Fernández. “Ya viene mucha gente a visitarlo. La agencia de montañismo Tierra de Fuego ya ha organizado varios viajes”.
Desde el Ayuntamiento de Valle de Altomira confían en los valores del yacimiento de la Cava y en su futura explotación turística como una fuente de empleo para el municipio. “La idea es que se pueda mostrar, que se cree, al menos, un puesto de trabajo”. El arqueólogo considera que las características de las construcciones en roca facilitarán la conservación de los restos y la explotación turística de los mismos. “Aquí la paredes son de piedra. El peligro de que se estropeen es menor. Es un yacimiento con una rentabilidad turística más fácil y con una inversión menor que cualquier otro”.
Han pasado 2.400 años desde que los íberos excavaron el templo tripartito en este promontorio rocoso de la Alcarria conquense, pero hoy como entonces, el sol se sigue poniendo sobre la sierra de Altomira y sus últimos rayos penetran, cada tarde, en el santuario donde los íberos adoraban a sus dioses.