Cheikh Lô recibe el premio “La Mar de Músicas” por sus canciones y su compromiso social
El artista senegalés protagoniza un concierto memorable en Cartagena

Ayuntamiento de Cartagena

Cartagena
La noche del lunes 18 de julio es una de esas que merece la pena enmarcar en la rica historia de un festival que cumple este año su 22ª edición. El músico senegalés Cheikh Lô recibía en el Auditorio El Batel el premio del certamen, y lo hacía de manos de Flavia Coelho, artista brasileña con quien cantó a dúo a lo largo del concierto posterior.
El artista homenajeado agradeció el premio haciendo alusión a la tierra y a la naturaleza, asuntos que impregnan su música y que le han convertido en un símbolo por su compromiso social. El concierto, de casi dos horas de duración, fue una sucesión ininterrumpida de grandes momentos, arropado por una banda donde sobresalían las bases rítmicas: batería, percusiones, guitarra, bajo, y sobrevolando todo el ambiente y haciendo de hilo conductor, el saxo.
Cheikh Lô dio toda una lección de vitalidad, con su peculiar voz, que alcanzaba los más variados registros, adaptándose como un instrumento más, al compás que marcaba la orquesta. Voz melodiosa y alardes del músico como instrumentista. Percusión, guitarra, y batería fueron tocados en primera persona por Lô, de manera prodigiosa. Toda una gozada para los asistentes, que se vieron contagiados por la simpatía de un hombre cuya sonrisa irradiaba luz desde el escenario.
Colaboraciones de lujo
A lo largo del concierto salieron a escena algunos ilustres colaboradores: el saxofonista estadounidense Pee Wee Ellis, que a sus 75 años está en plenitud de facultades, y a sus espaldas lleva haber tocado con otros grandes como James Brown; el percusionista nigeriano Tony Allen, y el guitarrista barcelonés Raúl “Refree”. Mención especial merece la cantante Flavia Coelho, que llenó de magia el auditorio con su voz cálida y su acento brasileiro.
La actuación de Cheikh Lô fue una amalgama de estilos e influencias, desde los africanos de su Senegal natal hasta los americanos, con Cuba y Brasil como referentes. Ritmo, colorido en los atuendos y en las notas, y un público que –quizá cohibido por la solemnidad del Auditorio-, observó el show desde sus butacas, pero que se desató a lo grande con los bises, convirtiendo el patio de butacas en una gigantesca pista de baile donde se liberaron todas las ganas de fiesta reprimidas durante dos horas de pura magia. Quienes allí estuvieron pueden decir que vieron y sintieron algo grande, que el músico supo agradecer exclamando repetidamente: “¡Viva España, viva Senegal, viva la música!”.




