Tres años sin Silva

Palencia

"Nací en San Fermín, un 7 de julio, y moriré en San Antolín", proclamaba el Maestro del folclore José María Silva, con su habitual desparpajo cuando se encontraba en su salsa, en medio de la fiesta. Una declaración de intenciones que casi se hace realidad. Silva fallecía, tras una larga enfermedad, a unas horas de la celebración del día grande de las Fiestas de Palencia, el 1 de septiembre de hace tres años.

Hoy el pasacalles con los Gigantones y Cabezudos desfilará contagiado con la alegría y el espíritu de Silva, ese gran músico, grande en lo físico y en lo espiritual que, como todos los creadores, nunca muere. Queda su música, sus seres queridos, los palentinos en general que querían a un Silva que era un animal escénico, un músico diferente, de arrolladora presencia que logró imprimir una impronta personal a todo lo que hacía.

Con su inconfundible maestría a la hora de combinar el salterio con la flauta, de tocar las cucharillas y muchos otros instrumentos que dominaba desde la pericia del autodidacta, con su voz quebrada que era la salsa de unas coplillas picantes o el quebranto de una saeta que rompía el silencio de los templos, Silva consiguió lo más imporante: el cariño de quienes le conocieron y de quienes compartieron (compartimos) amistad y arte con él. ¡Maestro, te echamos de menos!