Soy donante por convicción
El comentario de Beatriz Álvarez
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Palencia
Si son ustedes seguidores de las redes sociales seguro que han oído hablar de Pablo Ráez, si no, yo les cuento su historia.
Pablo es un joven atleta marbellí de 20 años al que le fue diagnosticada una leucemia hace dos. En aquel entonces su padre pudo donarle parte de su médula pero ahora una recaída en la enfermedad le han llevado a lanzar una campaña en sus perfiles de Instagram y Facebook con el objetivo de alcanzar el millón de donantes de médula. A pesar de la enfermedad y de lo duro del tratamiento sus mensajes no pueden ser más positivos
Yo soy donante por convicción, desde que tengo uso de razón he apostado y he hecho defensa de la donación de órganos, de sangre y como no, de médula. No soy capaz de comprender cómo todavía a día de hoy prejuicios sociales, religiosos o no sé de qué tipo, mal entendidos, hacen que la gente sienta temor y rechazo a donar sus órganos.
Peor aún es el caso, aunque no lo crean, de familiares, y no pocos, que no respetan la decisión del donante y en el momento crítico se niegan a que la donación de órganos se lleve a cabo. Yo les pregunto ¿Si fuera su hijo, su marido, su mujer o uno de sus padres quién necesitara ese órgano? ¿También se opondría a los deseos del donante? ¿Qué sentiría si tras la esperanza de recuperar una vida esos prejuicios se la arrebataran allí mismo? ¿De verdad son tan cerrados que no comprenden que mañana pueden necesitarlo ellos? ¿O alguien me puede explicar para que te sirve, pongamos por ejemplo, un hígado o un pulmón una vez que ya no estás en esta vida?
Por eso me sumo desde aquí al llamamiento de Pablo, la donación de médula se realiza en vida, de forma altruista, pones a disposición de un enfermo de leucemia unas células sanas que le pueden ayudar a superar la enfermedad.
A todos nos puede pasar, podemos enfermar, que enferme un ser querido y necesitar de la generosidad de los demás. Por eso llamo a la donación en vida de médula ósea y de sangre, a convertirse en donante de órganos a futuro y nunca, nunca, oponerse al deseo de un donante. Y es que yo, soy donante.