Sobre nuestra seguridad vial
La Firma de Doroteo González

Palencia
El transcurrir habitual de cada persona se convierte en lo cotidiano de su vida. Lo cotidiano, además, suele traducirse en determinados rituales que la frecuencia diaria hace que se transformen en rutinas y las rutinas, en la mayoría de los casos, culminan en hábitos adquiridos llegándose a hacer cosas sin pensarlas. Así que quebrar lo repetido a diario puede hacer que nos enfrentemos a lo absurdo de lo cotidiano pero así le demos una oportunidad de vez en cuando a nuestro sentido común.
Por ejemplo, ¿quién no ha pasado por delante de un centro escolar al comienzo o la finalización de las clases y no ha encontrado vehículos aparcados en doble e incluso triple fila? Este comportamiento cotidiano por parte de personas adultas reniega de su propia sensibilidad sobre si se bloquea el tráfico rodado o no, tanto de otros coches como de los peatones que transitan por las inmediaciones caminando.
Los propietarios de esos vehículos mal estacionados son padres y madres que se agolpan en el perímetro de esos recintos para dejar o recoger a sus niños. Son personas adultas que de seguro piensan en optimizar su tiempo y por eso aparcan cuanto más cerca de los colegios mejor pero que, además de suponer un problema real para el resto del tráfico, provocan un riesgo innecesario para los pequeños que pueden bajar y acceder al coche de manera francamente peligrosa, lo que echa por tierra las normas más básicas de seguridad vial que aprenden en el centro educativo al que llegan a diario de esta manera.
En efecto, no sólo se trata de infracciones que vulneran la Ley de Tráfico sino de comportamientos de padres que son perjudiciales para sus hijos. Se aparca en doble fila sí, pero también se aparca en glorietas, rotondas o sobre pasos de cebra cuando no en las mismísimas aceras. Y sin embargo es muy posible que en calles adyacentes, en entornos que no van más allá de doscientos metros, haya plazas libres donde estacionar legalmente cualquier tipo de vehículo.
En otros países de Europa no se puede aparcar delante de un colegio, está prohibido y en la calzada hay rayas amarillas zigzagueantes con letras bien visibles que alertan de la existencia de un centro escolar allí mismo, por lo que el acto reflejo de los conductores activa su responsabilidad lo que consigue que se aminore la velocidad para evitar el riesgo de algún atropello de niños que transitan por el lugar.
Un apunte más a pie de página: ya que en muchos colegios se trabaja activamente, y bien, la importancia sobre la seguridad vial, quizás deberían extender ese grado de aprendizaje y concienciación a los padres y madres de su propio alumnado.




