Los globos aerostáticos que visitaron la Alcarria de Cuenca en 1904
Fueron tres. Uno llegó hasta Canalejas del Arroyo, otro a Buendía y un tercero, sin tripulantes, a Jábaga. Lo recordamos con José Vicente Ávila en ‘Páginas de mi desván’
Cuenca
La presencia de un globo surcando los cielos de Cuenca y Guadalajara en marzo de 1904 fue una gran novedad y todo un acontecimiento para los lugareños que observaban con cierta sorpresa e incredulidad las aventuras por aire de aquellos intrépidos aeronautas. Esta semana, en ‘Páginas de mi Desván’, con José Vicente Ávila recordamos una serie de “prácticas aerostáticas” que se desarrollaron por el cielo alcarreño y otros anteriores vuelos o demostraciones de globos en Horcajo de Santiago, la propia ciudad de Cuenca o el globo-sonda de Altarejos, además de una curiosa escalada o ascensión al Tormo Alto de la Ciudad Encantada.
Viaje en globo por la Alcarria de Cuenca en 1904
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La primera noticia que se tiene en la provincia de Cuenca sobre la presencia de un globo aerostático es de 1793, año en el que aterrizó un globo en Horcajo de Santiago. Ello se recoge en uno de los documentos que se exponen en una exposición de la historia de Horcajo en la Casa de la Cadena.
Un siglo después, un globo aerostático hizo la delicia de los vecinos de Cuenca durante la actuación del Circo de Verano de Juan Milá en el que la ascensión del “globo en libertad” era la última actuación y la de mayor sensación para el público. Se publicaba en el dominical “La Semana Conquense”. A la señal convenida se lanzó al espacio un gigantesco aerostato, arrastrando consigo a su intrépido capitán Eduardini y, tomando una dirección noroeste, permaneció visible la casi totalidad del largo trayecto, causando la admiración de grandes y chicos, unos mirando desde la parte baja de la ciudad y muchos de ellos, algunos con anteojos, desde la atalaya de Mangana.
Escribía el cronista Candilejas que Mr. Eduardini, subido en el globo, disfrutó del espectáculo sin igual de contemplar a Cuenca a vista de pájaro, privilegio reservado exclusivamente por entonces a los aeronautas, pues “Relámpago” (nombre del globo que lo conducía), hasta después de cernirse majestuosamente en el espacio durante un cuarto de hora, nos descendió a tierra. El simpático capitán aéreo desembarcó más allá de la ermita de San Isidro a presencia de una multitud inmensa que había seguido sus pasos sin perderle de vista.
Globos en la Alcarria
En el año 1991 José Vicente Ávila publicaba en El Día de Cuenca un reportaje titulado “Viaje en Globo por la Alcarria”, con datos recogidos del periódico “La Región” de Guadalajara. Daba noticia de la “elevación” a los aires de varios globos, en presencia del entonces joven rey Alfonso XIII. Tres globos remontaron el vuelo el 26 de marzo de 1904 desde Guadalajara, siendo el primero de ellos el denominado “Venus”. El globo pasó por Valhermoso de Tajuña, La Isabela y Cañaveruelas. Los aeronautas acordaron el descenso, y una vez elegido el campo, “Venus” fue a posarse en el término de Canalejas del Arroyo, realizándose la operación sin ningún contratiempo y con la ayuda y auxilio de numerosos vecinos de Canalejas y Castejón. Dice el periódico “La Región” que “fue tal el deseo de prestar auxilio y agasajar a los aeronautas, que entre las autoridades de uno y otro pueblo se discutió seriamente el preferente derecho de atenderlos y alojarlos”.
Los de Castejón alegaban que el globo había pasado por una cerca del poblado suyo y los de Canalejas que había caído dentro de su término municipal y esta última razón se estimó como “más atendible, decidiéndose el pleito a su favor”, apuntaba la prensa.
El segundo globo, llamado ‘Marte’, tomó tierra en el paraje de “San Juan de la Moraleja” en la localidad conquense de Buendía. Un tercer aparato, en este caso un globo sonda, fue lanzado ese 26 de marzo de hace 112 años, a las doce horas y diez minutos, siendo encontrado a las 14 horas en el término municipal de Jábaga (a unos 130 kilómetros de Guadalajara). Este globo fue localizado por el vecino de Villar de Domingo García, Sabas Fernández Arribas. Informaba el periódico “La Región” que el citado Sabas Fernández “recogió el globo, se enteró de las instrucciones y con arreglo a ellas lo transportó a Villar de Domingo García, entregándolo al cabo de la Guardia Civil de dicho pueblo, el cual dio inmediatamente conocimiento detallado de las circunstancias en que había descendido el aerostato y cuidó del transporte de la cestilla con el aparato hasta Guadalajara.
El globo sonda de Altarejos
El 20 de julio de 1957, y hacia las once de la mañana, cuando realizaba las labores de acarreo el vecino de Altarejos, Ramón Álvarez Coronado, al pasar por el paraje conocido con el nombre de “El Sotillo”, quedó sorprendido al observar cómo “una cosa grande caía del cielo”. Informaba el corresponsal, del periódico “Ofensiva”, J.F., que “tal cosa” era simplemente un globo, que suponemos lanzado de entre los muchos que a diario surcan el espacio, enviados por los Servicios Meteorológicos.
Al caer el artefacto junto a él, el joven en cuestión se asustó notablemente, llamando a gritos a sus familiares que se encontraban regando a poca distancia del lugar del suceso. Al oír sus voces dejaron el trabajo y se acercaron hasta donde estaba Ramón, quedando también sorprendidos ante el estado de ánimo que éste presentaba, junto a un imponente globo, cuyo aterrizaje proporciono al joven poco menos que un instantáneo desmayo.
Ascensión al Tormo Alto
Informaba la prensa conquense que, en 1957, el conocido montañero español, Julián Carbó, había realizado la ascensión al Tormo Alto de la Ciudad Encantada, de unos veinte metros de altura. Julián Carbó era el presidente Nacional de los Grupos de Socorro de Montaña y Monitor de la Escuela Nacional de Alta Montaña, muy conocido en el ámbito deportivo por sus escaladas en los Pirineos y Sistema Central. Se decía en la reseña que Carbó utilizó la técnica montañera de la “doble cuerda”, comenzando la subida a las cinco de la tarde, hora adecuada por la situación del sol, teniendo como compañeros de cordada a José Martín y Emilio Álvarez. La escalada la hizo al final solo, al no contar con suficiente cuerda sus compañeros. Una vez en la base del Tormo, y tras un descanso, el escalador dejó el correspondiente “registro” de la subida.