Halloween

Córdoba

No es de extrañar que el último debate de investidura haya coincidido en la práctica con Halloween, poniendo el punto final esta efeméride a un desfile de zombies que ha durado trescientos días. Ninguna otra fiesta podría haber manifestado un fin de semana como el que hemos tenido entre calabazas, zombies, brujas y el reencuentro de Chenoa con Bisbal.

Pero hoy es un día para otros asuntos.

Siempre pensamos –inocentemente- que el Día de Todos los Santos es una fecha para recordar a nuestros difuntos, a esos seres amados que nos dejaron sin querer marcharse y que desaparecieron irremediablemente, sin que pudiéramos hacer nada para evitarlo. De ellos sólo nos quedará ese consuelo borgiano, descrito en su Árbol de los amigos, que nos indicaba no olvidar que cada persona que pasa por nuestra vida es única, que no se va sin dejarnos algo.

En realidad son nuestros difuntos los que vienen hoy a recordarnos que ninguno seremos impugnados, que somos protagonistas de una historia incesante de finales en la que parte de ellos sigue viviendo con nosotros.

La verdad es que es una lástima que la muerte no sepa de emoticonos, todo sería más fácil si usara Whatsapp y su ficción cotidiana en la que todos somos ya un poco fantasmas. Quizás dolería menos. Ahora la gente se va de otra manera pero, en el fondo, como decía Shklovski “Todo acaba cuando los viajeros tienen hambre y se comen al pájaro”… cuando la realidad te arrolla y tienes que aceptarla. No hay más, ella manda.

Así que mientras estemos aquí, disfrutemos del espectáculo. Quizás, con suerte, veamos algún día un gobierno que esté a la altura o una nueva relación de los triunfitos.