No habrá olvido para el legado de Zóbel
Jorge Monedero, profesor y colaborador de la sección de cultura de SER Cuenca, reflexiona sobre el acto de presentación de la remodelación del Museo de Arte Abstracto de Cuenca con motivo de su 50 aniversario
Cuenca
Algo muy importante debe acontecer para que un viernes la flor y nata de la cultura de la capital del reino (y de otras procedencias) se desplace masivamente en varios autobuses, AVE y múltiples vehículos particulares con destino a nuestra pequeña ciudad de provincias. Por sorprendente que parezca, el motivo de tal movilización no es una final de fútbol, sino un acontecimiento cultural, en concreto un aniversario: los primeros cincuenta años del Museo de Arte Abstracto Español.
Para los más veteranos, nunca en Cuenca se vio una cosa igual. A la cita no faltó nadie. Junto a las autoridades presentes en nutrida representación, encontramos a galeristas, coleccionistas y testigos de estas cinco décadas de esplendor y vida del museo. Por supuesto, tampoco podían faltar los artistas, encabezados por la privilegiada presencia de Gustavo Torner, promotor del proyecto, junto con miembros vivos de la colección permanente como Rafael Canogar, Carmen Laffón y Jordi Teixidor entre otras personalidades del mundo del arte de la categoría de Antonio Pérez, Elvireta Escobio o Juana de Aizpuru, por citar algunos.
De fondo, durante toda la tarde sobrevoló constante y sutil como su pintura, la figura de Fernando Zobel, vivo y presente como solo son recordados los que nunca acaban de irse del todo. Su buen gusto y su generosidad, fueron alabadas con cariño y emoción por varios de los allí presentes que espontáneamente incorporaban sus recuerdos y testimonios al relato de los ponentes. Yo les digo que no se preocupen por el futuro, no habrá olvido. El legado de Zobel permanece y su memoria se transmite de padres a hijos, a todos aquellos que no tuvimos la suerte de llegar a conocer.
Entre los cientos de personas allí presentes capitaneados por las brillantes intervenciones de los representantes de la fundación Juan March (Javier Gomá y Manuel Fontán), junto a la aportación histórica del profesor Pedro Miguel Ibáñez, pudimos celebrar y gozar del vigor de este museo, nuestro pequeño gran museo, que aunque cumple años junto a nosotros no envejece, sino que tras las recientes obras de ampliación, resplandece tan moderno y tan apuesto como se presentó en sociedad allá por el mes de julio de 1966. Reconfortado y un tanto melancólico regreso a casa. Llueve en la calle y el termómetro se desploma. Realmente todavía no hemos sentido todavía el frío de lleno. El invierno ha llegado, como se fue, de repente. Mientras intento dormir, no encuentro nada en esta España a veces tan injusta, que nos ponga a todos tan de acuerdo como este maravilloso lugar en las Casas Colgadas.
Y recuerdo como esta tarde vi bandadas de aves migratorias, surcando el cielo gris. Realmente cuando yo nací, el museo ya estaba allí.