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El hombre que lo fue todo

El comentario de Juan Francisco Rojo

El hombre que lo fue todo

El hombre que lo fue todo

Palencia

Me le encuentro muy a menudo. Suele comprar “El País” en un céntrico kiosco de la ciudad. Es un periódico que no me pega para él. Le veía más comprando el “ABC” o “La Razón”.

Parece haber mermado con los años, algo que, por otra parte, nos suele ocurrir a todos. Pero sobre todo, parece haber mermado porque ha sido despojado de la aureola de poder que le rodeaba. Lo tuvo todo, lo fue todo. Una especie de Virrey provincial; algunos dirían de cacique, que sólo necesitaba chascar los dedos para ver plegarse a su alrededor a una cohorte de babosos dispuestos a doblar el espinazo y a servir a su señor.

Me estoy refiriendo a Jesús Mañueco, el que fuera omnipotente presidente de la Diputación, Consejero y hasta Parlamentario. ¿Se acuerdan de él? Si no se acuerdan, que seguro que sí, basta con darse una vuelta por la provincia y encontrarse con infinidad de placas, en calles instalaciones deportivas y edificios en general que llevan su nombre. Algunos políticos tienen afán de inmortalidad. Cuando Marcelo de Manuel era Alcalde dejaba su nombre estampado en monumentos. Luego fue él el que se estampó en las urnas.

Mañueco es el ejemplo del hombre que lo fue todo. Del Virrey que se rodea de políticos afines que le reían las gracias y hasta le encendían los puros en algún caso. Es el ejemplo de que la política es un nido de víboras en el que los mismos que se ahora se muestran serviles, te clavarán el puñal cuando toque traicionarte. A Mañueco le apuñalaron los de su propio partido, y no andaba lejos algún político que entonces era relevante y ahora es un ciudadano de a pie que llora por el pasado perdido.

Vaya este comentario dedicado a aquellos que ostentan responsabilidades políticas y se ven tentados por la soberbia. A aquellos que hoy chascan los dedos y ven como varios doblan el espinazo. Rodeados de pelotas y babosos al confort de una malentendida política.

Quién sabe si cualquier día, en un par de años más o menos, les vemos por la calle, paseando con la figura empequeñecida. Sin rastro de la soberbia que exhibieron. Entonces entenderán lo que ahora no entienden: que el político es un ciudadano más. Sólo eso. Que cuando estás en tareas políticas, sólo eres un contratado temporal. Claro que algunos han encadenado tantos contratos, que parecen contratados indefinidos.

 
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