Comienza la merienda
A Coruña
Ya les había comentado que la nueva configuración parlamentaria convertiría la gestión política en la merienda de negros en un túnel. La merienda ya comenzó. El PSOE, ya ni socialista y muy poquito obrero, ha comenzado una purga estalinista contra todos los miembros que votaron no a Rajoy. El talante, convertido en "ordeno, mando y habo saber". Las libertades de conciencia y expresión, en una vieja bandera ajada a los vientos del totalitarismo. La guillotina, engrasada para la ejecución de Sánchez, de nuevo en pleno funcionamiento. ¿Es este el ejemplo de un partido democrático que quiere ser oposición a la derecha o sólo el eco de la nueva derecha socialista que encarnan Felipe González, Susana y el inefable Abel Caballero? ¿Es la represión el camino hacia el entendimiento de la vieja democracia?
El PP, más de lo mismo. El espectáculo para meter a Jorge Fernández a calzador en dos comisiones o en el Tribunal de Cuentas pertenece al pedigree más genuino de un partido que entiende España como su finca. A Jorge Fernández, reprobado por el Parlamento, no se le puede meter en ningún lado, aunque su destino ideal sería la Embajada Vaticana o el Sacro Colegio Cardenalicio. El nepotismo popular se produce una vez más con un cinismo insultante y una falta de pudor democrático que, tratándose de Fernández, clama a los cielos.
Rajoy no tiene el mínimo empaque en gobernar como si España fuese El Corral de La Pacheca. Su amenaza de convocar eleccciones si el PSOE no le apoya en los presupuestos es un chantaje que invalida la metedura de pata del PSOE absteniéndose en su investidura. Al final habrá terceras elecciones, ya lo verán, serán en mayo y harán bueno el refrán de que fue peor el remedio que la enfermedad.
Los numeritos del jueves en la Cámara a cargo de Podemos, Bildu y Esquerra Republicana de Cataluña evidencian que en España, cuando la partida no viene propicia, rompemos la baraja. Yo también soy partidario de una República como sistema de Estado, pero mientras eso no se consigue democráticamente y la Monarquía siga siendo el modelo legitimado por las Cortes, sus señorías han de someterse a las reglas del juego de forma que el respeto institucional haya de ser exquisito. Claro que, por otro lado, la obligada austeridad de un País que las está pasando moradas tendría que recortar tanto boato en actos donde, bajo mi punto de vista, sobran caballitos blancos montados por soldaditos vestidos de gala, infantitas amaestradas como cachorritas coker spaniel y Rolls-Royce a pares.