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Sociedad
JESÚS BARROSO

Donald Trump y Martín Lutero, algunas líneas paralelas

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Ciudad Real

En los albores del siglo XVI, un solo hombre logró resquebrajar los cimientos morales de Europa. En una época en la que la Iglesia Católica se erigía en el eje central de la civilización occidental, con poderes absolutos sobre lo celestial y lo terrenal, un monje agustino se reveló contra el statu quo imperante -el establishment, que diríamos ahora- clavando en la puerta de la catedral de Wittenberg sus 95 reproches contra lo que consideraba un sistema putrefacto, en el que el Papa influía en la elección y nombramiento de reyes y emperadores, excomulgaba a capricho, perdonaba los pecados de los ricos vendiéndoles indulgencias y, en suma, se apartaba aparatosamente de las doctrinas de Cristo. El Papa León dijo de Lutero que era sólo un “borracho alemán” y que cuando se hallara sobrio echaría marcha atrás. Pero no fue así. Lutero se propuso romper con una Iglesia corrupta, en cuyo seno ocurrían las mayores depravaciones temporales, obrando en contra del cristianismo primitivo. A él se debe el inicio de la Reforma, de la renovación, la transformación de un nuevo modelo de vida espiritual, y de sus enseñanzas se abriría un nuevo orden social, precursor del carácter germano.

Sin embargo, dentro de sus arengas contra la Iglesia de aquel tiempo, no dudó en afirmar, respecto de los judíos, que había que quemar sus sinagogas, destruir sus libros, «aplastar y destruir» sus casas, incautar sus propiedades, confiscar su dinero y a expulsar a esos «gusanos venenosos para siempre». En relación con los campesinos, Lutero tampoco se mordió la lengua, e incentivó a la nobleza para que los castigara sangrientamente. Hablando de los turcos dijo: “mataría diez mil turcos por día, lo que arrojaría trescientos cincuenta mil en un año”. Y sobre el Papa, Lutero se refería a él como el falso vicario de Dios y verdadero vicario de satán.

Para muchos no dejó de ser un anarquista religioso. Dicen de él que era de una grosería y mal gusto llamativos, y a veces hablaba como si no estuviera en sus cabales. Era de una sinceridad muy tosca y ciertos escritos, de un tono demoníaco, sonaban a pura insensatez. Lutero siempre hablaba con sinceridad, y a veces con la mayor imprudencia, diciendo todo lo que en aquel momento le pasaba por la mente. Desconocía las reglas de la diplomacia. Miraba a todos sus adversarios teológicos como enemigos personales, a los que atribuía toda clase de bajezas, que no tenían otro fin que el de sacarlos de quicio. Le importaba muy poco incurrir en contradicciones.

Salvando las muchas diferencias, en pleno siglo XXI, en los Estados Unidos, ha aparecido un personaje irredento, sin complejos, extravagante, impertinente, ofensivo, rayano en la chaladura, quién, para convencer a sus electores, no ha dudado en proclamar cosas impensables en una sociedad domesticada, acostumbrada a acatar las normas y usos sociales impuestos por un poder preestablecido que venía clamando a voces un cambio de rumbo. Donald Trump ha atacado a su adversaria sin piedad. Ha proferido insultos a determinadas razas y condiciones, ha exacerbado a sus votantes con proclamas inauditas. No ha sido la diplomacia ni la mesura lo que ha escupido de su boca, pero su mensaje ha sido muy claro, porque se ha asentado en la necesidad de ruptura con el sistema. Un orden político y social rancio, dirigido por unas colosales fuerzas de poder inabordables y una minoría política corrupta, dócil y sumisa a esos poderes económicos.

Trump ha atizado los cimientos de la actual estructura social americana, tratando de restaurar los principios originarios que forjaron los Estados Unidos. Creo que Trump ha venido con un propósito de Reforma, igual que Lutero, con una actitud altanera y arrogante, pero dispuesto a poner boca abajo el sistema. Lutero ha sido criticado por los expertos por sus notables contradicciones y porque provocó una brecha irreconciliable entre católicos y protestantes, pero nadie puede dudar que trató de cambiar el panorama de su tiempo, y vaya si lo consiguió. Veremos hasta donde dejan llegar a Trump.

 

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