Alarma, llueve
Llevar paraguas es tan inapropiado en Balears como pasearse con un par de esquíes. La industria del bronceado no se toma un respiro ni en diciembre, los escasos turistas vigentes reclaman llevarse de regreso unos litros de sol embotellado

'La línea roja' de Matías Vallés (20/12/16)
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Palma de Mallorca
. La angustia ante la sequía se traduce en desquiciamiento así que nos caen cuatro gotas encima.
Llevar paraguas es tan inapropiado en Balears como pasearse con un par de esquíes. La industria del bronceado no se toma un respiro ni en diciembre, los escasos turistas vigentes reclaman llevarse de regreso unos litros de sol embotellado.
Llueve, y no se habla de otra cosa. Saltan las alarmas, se afilan las lanzas para culpar al Govern de no prever lo que nunca ocurre y de no regular la lluvia como si fuera un alquiler turístico.
Disimulamos con la cantinela de que la lluvia es necesaria, pero cada jornada en blanco y negro nos parece un incumplimiento de contrato.
El exceso de agua de estas fechas nos enfrenta a nuestra delicada situación medioambiental.
Si cada día del año lloviera como ayer, todavía padeceríamos un déficit en los acuíferos que han de abastecer anualmente a quince millones de personas.
Claro que, si lloviera cada día, los visitantes dejarían de venir.
Por eso, no hay que preguntarse si Balears está preparado para la lluvia, sino si la lluvia está preparada para Balears.
Necesitamos la lluvia, pero vivimos del Sol que Winston Churchill venía a buscar a Mallorca para curarse de la depresión. No tenía problemas de agua, solo bebía vino.




