Navidad, primer acto
La Firma de Doroteo González

"Navidad, primer acto", la Firma de Doroteo González
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Palencia
Creo que no hay época del año que altere más nuestra rutina que la Navidad. Ni siquiera cuando llega el verano vivimos una agitación tan parecida. Al fin y al cabo en el periodo de temperaturas más agradables incorporamos a nuestros usos el descanso y ciertas dosis de vida contemplativa desde la parsimonia y hasta desde la mesura.
Pero la Navidad es otra cosa, te consideres laico o firme devoto en la fe cristiana, el espacio de tiempo que ahora comienza promueve la finalización de un ciclo y el comienzo de otro independientemente de que las páginas del calendario o las ordenanzas fiscales así lo establezcan.
La verdad es que la mayoría nos vemos abocados a una exigente liturgia de la acción en Navidad: los encuentros, nuestro vestuario, la manera en que disponemos nuestras casas y no digamos nuestra mesa… Lo cierto es que celebrar algo, y hacerlo bien, requiere de un componente místico y estético. El arte de celebrar, como cualquier arte, reside en las proporciones, en los ritmos, en los contrastes, en las relaciones tejidas entre todo ello.
No soy de los que proclame allá por donde voy que no me guste la Navidad, tengo gratísimos recuerdos de mi infancia y de muchos años más posteriores. Pero he de reconocer que con el paso del tiempo me ido desinflando ante esta intensa fiesta de dos largas semanas de duración. Creo que, al igual que otras muchas personas, he ido rediseñando mi participación en diferentes escenarios llegando a la conclusión de que no prevalece un único modo de celebrar la Navidad, sino que existe una variedad de formas de hacerlo como diversas somos las personas, lo son las religiones o las corrientes filosóficas.
Por eso mejor que durante estos próximos días no tratemos de ser nada que en realidad no seamos, ni tampoco vernos atrapados en la obligación de pasarlo bien porque, como casi todo, es cuestión de las expectativas de cada uno y mientras alcancemos éstas más próximos estaremos de sentirnos atinados y satisfechos.
Entonces, ¿por qué vulnerar la cotidianidad y sumirse en un capricho azuzado con ingredientes exclusivamente gastronómicos y cava? Tenemos otras opciones para saborear este tiempo: caminar por las riberas del río o el Monte El Viejo, leer un buen libro, descansar, amarnos bajo las sábanas… No sé, imaginar el mundo de otra manera. ¡Ah! Y como finalmente nos uniremos formando parte de la celebración en la mesa familiar, recordemos lo que dejó escrito el filósofo griego Platón: “lo mejor de los banquetes son los comensales y las conversaciones”. También en Navidad.
Felices Fiestas.




