La Navidad y el arte efímero

Arsenia Tenorio. La Navidad y el arte efímero
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Alcázar de San Juan
El artista del pasado era un obseso en perseguir para sus obras la integridad al paso del tiempo. La vida era un aprendizaje para conocer las reacciones de los materiales, las características del soporte o tela donde iba a ejecutar su obra, y aun así, muchas veces era traicionado con las sorpresas de las alteraciones: los pigmentos de cinabrio se transformaban de rojo en pardo oscuro, el blanco de plomo se tornaba en sombra, la azurita azul terminaba transmutada en malaquita verde…
Tras el cubismo, la incorporación de diferentes materias y objetos- más cercanos a la vida cotidiana que al arte- iniciaron un nuevo proceso basado en la presencia más que en la representación y nuestras aspiraciones abandonaron la eternidad para sentarse en el tiempo presente, convirtiendo al artista en el mayor comunicador social de su tiempo.
Rechazar la exclusividad de los materiales tradicionales, era poner ruedas y alas a la imaginación para volar en pos de nuevos tiempos y plurales búsquedas. Una de ellas era dar más valía a la idea que al proceso de ejecución.
Parte de esta afirmación nos llevó al arte efímero, que nunca fue breve ni fugaz. Puesto que se inmortalizaba el hecho u obra con la fotografía o filmación, para dejar la huella de su existencia antes de su destrucción. Pudiendo revivir el acto de su creación cuantas veces apeteciese.
El ser humano persigue la eternidad desde sus orígenes. Las búsquedas en sistemas de perpetuidad salen al paso, mientras la solidez de las circunstancias y el tiempo terminan quebrando la vida y la obra. Siempre cuando llegan estas fechas se recuerda lo que pasó o pudo pasar; la tristeza y la alegría juntas, brillan más que las estrellas y adornos de metálicos colores.
Nos hemos acostumbrado tanto a los procesos de cambios, que asimilamos la metamorfosis como una característica más de la vida. De hecho, la libertad de elección en cualquier faceta, material o de actitud, implica el reto de las posibilidades que puedan surgir…
El mes de diciembre tiene una gran similitud con la obra efímera, sus transformaciones y deseos de perennidad en determinados momentos, incitan a crear un ambiente ilusorio que casi nos obliga a vivir este tiempo preparando intensamente lo que más tarde se abandonará sin más. Y así año tras año - no importa cuántos espectadores falten- volvemos adornados y alegres igual que ruidosos cohetes de feria, al reestreno del mismo filme hasta que la película de la existencia aguante, avalado todo bajo la felicitación insípida y facilona de: Feliz Navidad.
Arsenia Tenorio




