Sociedad

Los ladrones de gallinas

A principios del siglo XX en Álava, las gallinas y los pollos tenían dos enemigos: el raposo y el ladrón

GALLINAS PICOTEANDO / ARCHIVO DEL TERRITORIO HISTÓRICO DE ÁLAVA

Vitoria

Nos situamos a principios del siglo XX, época en la cual los bolsillos estaban más bien flojos y, por ello, en los pueblos alaveses se gastaba muy poco dinero en adquirir comestibles.

La mayoría de la alimentación de las familias en las aldeas se obtenía de lo que se producía en casa y se consumían los frutos que los propios labradores cultivaban. Muchos de los vecinos disponían de una huerta donde se plantaban o sembraban lechugas, tomates, pimientos, alubias, garbanzos, lentejas, etc., legumbres estas últimas que se consumían a diario, normalmente como plato único. Cuando se hacía una comida extra el suministro de carne estaba resuelto sin gastar un duro, al poseer animales de corral, tales como cerdos, gallinas y conejos.

La gallina era muy apreciada en aquellos tiempos de estrecheces económicas, ya que suministraba los indispensables huevos, adecuados para cualquier receta. El consumo de su carne -y la de los pollos- cocinada o asada en el horno de la “cocina económica” que funcionaba con leña, era un plato especial reservado para los domingos, días festivos y celebraciones especiales.

El enemigo de cuatro patas

Durante el día, las gallinas y los pollos picoteaban al aire libre en los terrenos cercanos a la casas; tenían como enemigo peligroso al raposo, que aprovechaba esa circunstancia para atrapar la presa. Era capaz de acercarse hasta los corrales del casco urbano o a los caseríos aislados e incluso penetrar a la luz del día en las cuadras, si estaban abiertas. Cuando algún vecino conseguía matar uno o varios zorros, éstos eran exhibidos por el pueblo al objeto de recaudar algunas monedas que los vecinos entregaban de buen grado al cazador como premio a la captura del depredador.

Hubo épocas, en las que incluso la administración pagaba a los captores de las alimañas que acechaban los gallineros. El Archivo del Territorio Histórico de Álava conserva, entre otros documentos referidos a lo que nos ocupa, uno del año 1846 en el que el Ayuntamiento de Aramaio expide un libramiento a favor del depositario “de propios y arbitrios”, para que sean abonados un total de 129 reales a los vecinos Agapito de Agiriano, José de Arostegi, Bautista de Arana y Gregorio y Domingo de Azkoaga por haber presentado entre todos ellos un total de ocho raposos, un gato montés y un lobo, cazados y muertos.

ARCHIVO DEL TERRITORIO HISTÓRICO DE ÁLAVA

El enemigo de la noche

Por la noche el enemigo principal de las gallinas era el animal de “dos patas”: el ladrón. El precio de venta de las gallinas y pollos en el mercado era importante, por lo que las sustracciones de esta ave eran noticia en los periódicos de principios del siglo XX; a veces aparecía la reseña de la noticia en primera página.

Había ladrones de todos los tipos. El robo de gallinas, en ocasiones, se perpetraba entre vecinos del mismo pueblo, como le sucedió en enero de 1905 en Zambrana a Silverio Getana Goizaga, a quien le robaron 20 gallinas de su casa. La Guardia Civil detuvo como presuntos autores a dos jóvenes de la misma localidad. Otro caso parecido es el que le ocurrió al vecino de Lapuebla de Labarca, Gregorio Munturu, a quien en agosto de 1909 le fueron sustraídas del patio de su casa por la noche cinco gallinas y tres pollos; detuvieron a dos personas como autores del hecho, del mismo oficio que Gregorio: labradores.

A veces el robo de gallinas iba acompañado de otros animales, como en mayo de 1915 cuando a Ángel Fernández en el pueblo de Hereña le birlaron de su casa tres gallinas también por la noche. Se supone que fueron trasladadas a su destino cómodamente, ya que se llevaron también una burra de cinco años de edad.

En otras ocasiones las aves eran rápidamente consumidas, bien para quitar el hambre o bien para que no apareciera el cuerpo del delito, como lo ocurrido en junio de 1914, día en el que cuatro personas penetraron en un terreno cercado en Artziniega, propiedad de Nieves Ruiz Corona, llevándose de la cuadra dos gallinas, tres pollos, dos gallos y un capón. Una vez de efectuado el robo, los ladrones las comieron en una venta cercana, tras encargar a la dueña que las guisara. Debían de tener la mano muy ligera, ya que tras la suculenta comida, le robaron a la propietaria de la posada unas morcillas.

Tenemos también el caso de una persona de confianza, a quien se encarga que se ocupe de la venta de unas aves, que intentó obtener un dinero extra para sí mismo. Es lo que ocurrió con Víctor M., de 19 años de edad y vecino de Onraita. Un domingo de febrero de 1913 fue enviado por su padre al concurrido mercado de Salvatierra con el objeto de que vendiera dos gallinas de su propiedad. Al pasar el chico por la casa de un tío suyo del mismo pueblo, penetró en su gallinero, apoderándose de dos gallinas. Con las cuatro se dirigió al citado mercado de Agurain con la intención de obtener un ingreso complementario para su bolsillo con las gallinas de su tío. Éste se dio cuenta de la desaparición y denunció el hecho, siendo su sobrino detenido y puesto a disposición del juzgado, donde confesó ser el autor de la sustracción.

Alguna de las víctimas de estos robos pretendía que fuera la administración pública quien le indemnizara. Eso hizo Fermín Quintana vecino de Labraza, que solicitó que se le pagara con fondos del erario público el importe de 18 gallinas y un gallo que le robaron, según él, como venganza por algún acto realizado en el desempeño de su cargo como alcalde de la localidad. La petición del exalcalde no fue atendida.

Los ladrones de animales de corral estaban muy mal vistos y eran rechazados por la gente, por lo que si alguien era acusado de un robo de este tipo no siendo cierto, lo desmentía públicamente, para que su imagen quedara impoluta.

Esto es lo que le sucedió a Bernabé Urrutia, vecino de Durana, que fue detenido y acusado de un robo de gallinas en enero de 1909. Tras la investigación correspondiente resultó finalmente no ser el autor del delito. Para que su honradez no quedará en entredicho, envió una carta al diario Heraldo Alavés, que el periódico publicó, en la que decía lo siguiente: “Detenido por la Guardia Civil del puesto de Vitoria, por haber sido inculpado del robo de unas gallinas, y no haber resultado cargo ninguno contra mí he sido puesto en libertad, lo que deseo se haga público por medio de su periódico, para que mi buen nombre de honrado no sufra lo más mínimo.”

El castigo del juez

Cuando se detenía a los autores de estos robos y hurtos, eran sometidos posteriormente a un juicio, al que acudían con el correspondiente abogado defensor. Hemos visto que había dos letrados que parecían ser especialistas en este área, ya que aparecen en la reseña de varios de esos juicios. Eran los señores Cuerda y Tabar, posiblemente parientes de otros abogados con esos apellidos que hemos conocido en nuestra ciudad en la época actual.

Como ejemplo, damos cuenta de uno de esos procesos celebrados entonces.

En enero de 1908 dos desconocidos efectuaron otros tantos robos durante la noche del 13 al 14 de enero en dos localidades de la Montaña Alavesa. El primero fue en el pueblo de Musitu, en la casa de Gregorio González, de donde -tras forzar una puerta- se llevaron una piel de vaca sin curtir, un hacha, una soga de cáñamo y una fanega con mazorcas de maíz. La fanega era un envase de madera cuya cabida en volumen - anterior al sistema métrico decimal -, equivalía al grano que era necesario para sembrar un campo de unos 2.500 metros cuadrados. Los labradores actuales en Álava siguen utilizando en sus conversaciones ese término de fanega y dicen –acertadamente- que una hectárea tiene cuatro fanegas.

Pero volvamos con los cacos. Tras esa primera acción, recorrieron a pie seis kilómetros por el monte con el botín a cuestas y estando a punto de amanecer llegaron a Birgara Goien / Vírgala Mayor, penetrando en un borde junto a la carretera, propiedad de Victoriano López de Vicuña, de donde sustrajeron siete gallinas y un gallo.

VÍRGALA MAYOR / IÑAKI ARMENTIA -CONCHI ARMENTIA

Los afectados por los robos,Gregorio y Victoriano, presentaron ese día la correspondiente denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Maeztu. Al poco tiempo eran localizados y detenidos los autores del hecho en las aldeas treviñesas de Aguillo y Marauri, tras haber caminado unos veinte kilómetros desde Birgara. Se trataba de los hermanos Víctor y Lucio A. de 28 y 33 años respectivamente, “alambradores” de profesión. Hacemos un inciso, para explicar que en Álava se conocía y se conoce aún como alambrador, a aquella persona que tenía y tiene un oficio distinto al de labrador.

Los cacos apresados no eran precisamente unos novatos en su “profesión”, ya que se les ocupó una pistola de dos cañones con dos balas y una navaja de veinte centímetros. Del robo efectuado se recuperaron la piel de vaca, el hacha sin mango, la cuerda de cáñamo y las seis gallinas, cuatro de las cuales estaban muertas, ya que no aguantaron el “fatigoso” viaje; el gallo no apareció.

Después de lo que se describe como “un minucioso interrogatorio”, del cual no se dan más detalles, sólo pudieron justificar como propias las armas e ingresaron en prisión y fueron puestos a disposición del juzgado.

En noviembre del mismo año –1908– se celebró el juicio contra los autores de las dos sustracciones. Durante la vista, se precisó que en ambos casos para penetrar en el interior de las estancias usaron la violencia, lo cual era un agravante de cara a la condena. En Musitu descerrajaron la puerta de la cuadra y en Birgara rompieron una ventana del borde.

Lucio, uno de los acusados, relata que cuando íban camino de Birgara, en el silencio de la noche escucharon el canto de un gallo, manifestando que con su cacareo fue el culpable e incitador para efectuar el robo. Declara que tras escuchar al rey del gallinero, ambos no pudieron superar la tentación de hacerse con el mismo y las gallinas.

Comparecen como testigos entre otros, Juana Ocariz, la esposa de Victoriano López de Vicuña , dueño del borde de Birgara y Gregorio Gonzalez dueño de la cuadra de Musitu, confirmando ambos que las estancias estaban cerradas y los ladrones accedieron violentando la entrada a los edificios.

La culpabilidad o no de los acusados fue analizada por un tribunal popular elegido para la ocasión, compuesto por varios ciudadanos. Reunido el mismo día tras la vista, los declaro culpables de un hurto y de un robo.

Las penas impuestas fueron importantes. Lucio por el delito de hurto fue condenado a 4 meses y 12 días de arresto y por el de robo a 5 meses y 18 días de arresto. Su “compañero” Víctor sufrió una fuerte condena, ya que la sentencia estableció para él 2 años y 9 meses de prisión por hurto y 4 años y 2 meses también de prisión por robo. Parece que en la pena impuesta a esta última persona, se tuvo en cuenta que su intervención en los delitos fue más importante.

Lo curioso personalmente para mí de este relato es que los vecinos de Birgara Goien Juana Ocariz y Victoriano López de Vicuña, propietarios del borde de donde se llevaron los ladrones las gallinas, son mis bisabuelos por parte materna. Así que no me resisto a publicar una fotografía del álbum familiar, en la que aparece mi abuela Justa Rufina, hija de ambos, a la que por cierto no conocí ya que falleció a temprana edad, al dar a luz a su cuarto hijo.

JUSTA RUFINA LÓPEZ DE VICUÑA / FOTO FAMILIA ARMENTIA

 
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